SETENTA Y TRES

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El onomástico número veintidós del príncipe Aemond se celebró un día de tormenta. La calma reinaba en el castillo pero, afuera, los dragones rugían, opacando el grave sonido de los truenos. Maela llevaba planeando la celebración por semanas. Había recibido algo de ayuda de las doncellas, pero pronto descubrió que era muy meticulosa con los detalles y las pobres mujeres no le tenían la paciencia suficiente. Aemond le pidió que no fuera una gran celebración.

─ Una cena tranquila, con los niños y contigo ─le dijo una noche mientras se preparaban para dormir.

─ ¿Con quién más, si no? Solo somos nosotros en este gran castillo.

Mentía. Había mandando un cuervo a Marcaderiva y otro a la Capital. Su madre y Daemon no podrían asistir, pero Helaena aún podía montar a lomos de Sueñafuego y visitar a su hermano. Aún así, la princesa rechazó la oferta. No deseaba dejar a sus hijos solos en la capital. Pero prometió a Maela que enviaría un regalo para Aemond. Una semana después, un mensajero de la capital apareció en Rocadragón con un paquete. Helaena había enviado a su hermano un tapiz bordado. El trabajo de Helaena era meticuloso y muy delicado. Había bordado la Fortaleza Roja, Pozo Dragón y a Aemond y Maela a lomos de sus respectivos dragones. El príncipe adoró el regalo de su hermana y pronto le envió una carta llena de agradecimientos y elogios.

Marcaderiva sí aceptó la invitación. Y un día antes de la celebración, un barco atracó en la isla y dos dragones aterrizaron. Rhaena había viajado por mar junto al pequeño Aethan, mientras su esposo y hermana vigilaban el cielo a lomos de Arrax y Danzarina Lunar.

Aemond se alegró de verlos a todos. Especialmente a Lucerys. Parecía que los príncipes ya no guardaban rencores. La amistad que habían forjado era extraña, pero hermosa. Maela sentía una completa felicidad al verlos platicar y bromear juntos.

─ Que agradable verlas, primas ─Maela recibió con abrazos y besos a Lady Rhaena y Lady Baela.

─ Lo mismo digo, princesa ─Baela le sonrió─ ¿Dónde están mis hermanos? Hace tiempo que no los veo.

─ Aegon y Viserys están completando sus lecciones. Y Visenya juega junto a Naerys.

Su hija tenía seis meses. Maela no podía creer lo rápido que el tiempo pasaba. La pequeña Visenya había cumplido su segundo onomástico y Joffrey había decidido cargarla a lomos de Tyraxes para que volara junto a él. Maela por poco lo asesina. Agradeció a los Dioses cuando su hermana pequeña regresó al castillo sin un rasguño. El pequeño príncipe Aethan también había crecido. Faltaba poco para su primer onomástico. Maela lo cargó en brazos y le hizo cosquillas. Naerys se mostraba cómoda en brazos de su tía Rhaena.

─ Deseo ser madre de una niña ─le confesó entonces Rhaena.

─ ¿Lo sabe Lucerys?

─ Está deseando que volvamos a ser padres. Adora a Aethan. Se desvive por él.

─ Aemond también adora la paternidad. Lo cambió por completo.

Maela sonrió, recordando como aquella mañana su esposo aplaudía a la pequeña Naerys, mientras ésta gateaba hacia él. Y lo orgulloso que estaba de Visenya, que ya podía hablar y caminar. Aunque solo hacía uso de la palabra "no". Un "no" fuerte y claro cada vez que Maela le decía que era hora de su baño o de regresar al castillo, luego de un día entero en la playa, observando a los dragones volar. Joffrey insistía en que su hermanita volara con él y, desde entonces, Viserys también deseaba volar. Borrasca aún era muy pequeño para aguantar a dos jinetes, pero Vermithor podía soportar el peso de una docena de niños. Así que Maela volaba junto a Viserys y Joffrey junto a Visenya. En Rocadragón, los príncipes habían ensamblado una linda familia. Cuidaban de los niños como si fueran suyos. Los protegían de los peligros del reino, sin saber que la gran amenaza se escondía en las sombras de la isla.

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora