SETENTA Y SEIS

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Maela Targaryen, nacida Velaryon, vino al mundo a fines del año 114 d.c, un año después que su hermano mayor, el príncipe Jacaerys. Cuando el rey Viserys murió, la princesa llevaba un año casada con su tío, el príncipe Aemond. Era una unión llena de amor y pasión. La princesa vio morir a su hermano, a su dragón, mató a un hombre, peleó con otro, reclamó a Vermithor y salvó a su esposo de las garras de los Verdes. Antes de todo eso, Maela sufrió. Sufrió tanto que se convenció de que se lo merecía, hasta que un día decidió que ya no lo merecía más. Un día, Maela demostró que merecía ser la heredera al trono. Mostró al reino de lo que era capaz. Nadie, en ninguna parte del mundo, hubiera osado a llamarla indigna de su posición. Y cuando la corona del Viejo Rey fue colocada sobre su cabeza, cientos de lores se arrodillaron ante ella y le juraron lealtad incondicional. Larga vida a la reina, gritaron. Pero antes de convertirse en una, Maela vio morir a su madre, frente a sus ojos. Y deseó desaparecer de ese mundo.

La Batalla sobre Rocadragón dejó muchas secuelas. Murieron dos dragones formidables, Syrax y Bruma, junto con sus jinetes. Lady Baela perdió a Danzarina Lunar, pero conservó su vida. El príncipe Lucerys vio morir a su adorado Arrax, y se sintió impotente; ¿que podía hacer? Debía agradecer a los Dioses por la piedad que les tuvo Daeron. Los dejó ir, pero al conservar su vida no pudieron salvar la de la reina. Lo intentaron. Enviaron un cuervo a la capital apenas llegaron a Marcaderiva, pero para entonces la reina ya había partido a encontrarse con su muerte y cuando el príncipe Daemon aterrizó en Rocadragón, su esposa ya llevaba muerta unas horas. Maela se había provocado quemaduras en su torso al intentar sacar a su madre de debajo de Syrax. Daemon la encontró llorando en la arena, quemada, lastimada, rendida ante la imágen del cuerpo destrozado de su madre.

Maela pasó días inconsciente. Los Maestres decían que el estrés y el shock de ver a su madre morir frente a sus ojos había afectado a su cuerpo. Aemond estaba a su lado día y noche. El príncipe había sufrido mucho por la golpiza que Aegon le había dado, pero el dolor físico era despreciable frente a la tortura que se auto infligía por no haber podido luchar junto a su esposa. Por no haber logrado defenderla, por no haber estado allí cuando Maela encontró el cuerpo destrozado de su madre en la costa de Rocadragón.

Daemon quiso que el cuerpo de Aegon fuera entregado a los dragones para que lo destrozaran, pero Aemond se negó. Decidió que el cuerpo de su hermano fuera despedido como las tradiciones de su casa demandaban. Vhagar fue la encargada de encender la pira funeraria. Al funeral solo asistieron Aemond y Helaena, que había volado a Rocadragón para dar su apoyo a la familia.

Cuando Maela volvió en si, su madre llevaba una semana muerta. Se encontraban viajando en barco hacia la capital. Al principio, pensó que había despertado de una pesadilla. Por unos segundos, sintió que estaba en un mundo en el que su madre aún vivía. La ilusión duró poco. Los recuerdos de aquel día la invadieron rápidamente. Aemond hizo todo lo posible para calmarla, pero Maela estaba destrozada. No había cura para lo que tenía. Ya no sería la misma.

Llegaron a Desembarco del Rey y Maela apenas podía mantenerse de pie. Fue llevada a la fortaleza en brazos de su esposo. Ambos se encerraron en sus viejos aposentos y la princesa sólo aceptó ver a su hija luego de tres días en la capital, cuando ya tenía las fuerzas suficientes para ponerse de pie y caminar. La bebé rompió en llanto al verla. La extrañaba. Y Maela se aferró a ella todo el tiempo que pudo.

Aemond ocupó su posición en el consejo como príncipe regente hasta que su esposa pudiera unirse a las reuniones. Lord Cregan insistió en visitar a Maela, pero el príncipe esposo se lo negó.

─ Aún no está lista ─le había dicho.

Fue Daemon quien logró sacar a Maela de su encierro.

La visitó una mañana, mientras Aemond estaba reunido con el consejo. Maela se encontraba de pie junto a la ventana, observando como Vermithor y Vhagar sobrevolaban la ciudad. Le daba escalofríos pensar en volver a volar, pero había algo en su cuerpo que se lo pedía.

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora