Prólogo

41.6K 1.3K 579
                                    

Anya Petrova

Miro los ojos azules que un día me amaron con tanta intensidad. Ahora todo ese amor desapareció, reemplazándose por un odio intenso incapaz de desaparecer de su sucia alma de asesino despiadado. El sentimiento es recíproco, el odio ha crecido en mí como una llama en un gran incendio. Todo lo que sentí un día hacia él, se esfumó. Quedaron unas cenizas que se borraron de mi corazón.

Duncan Lombardi.

Estoy a solas con él. Sin trampas. Sin más personas merodeando por el lugar solitario donde hemos quedado. Nada de engaños ni juegos sucios.

Él me da una mirada amenazadora mientras adopta una posición relajada, pero alerta. Su espalda está apoyada en la pared de esta pequeña cabaña construida en los terrenos que heredé de mi abuelo. Se cruza de brazos, sin quitar sus preciosos ojos azules de mi cuerpo. Intuye que ocurrirá algo, por ello no deja de observarme ni un solo segundo.

Debería darme miedo su presencia, sin embargo, sé que él no es tan peligroso como el resto de sus hermanos. Él no es capaz de provocar esas sensaciones en mí. Ni siquiera tiene esa vibra maligna que indica cuán peligroso pueda ser. Conmigo su forma de ser cambia, mostrándose frío e intimidante, cuando en realidad, no lo es.

—Buenas tardes, Lombardi —lo saludo, con una falsa sonrisa por mi parte—. Has venido solo, como te indiqué.

Él asiente con la cabeza, sin decir una sola palabra. Está intentando adivinar qué me traigo entre manos y por qué decidí citarlo en un lugar como este. Observo cómo una de sus manos se introduce dentro de uno de sus bolsillos. Toca algo. No me alarma la idea de que tenga un arma ahí escondida. Yo también la tengo y sería capaz de dispararle para acabar con su miserable vida.

—Di directamente lo que quieres, Anya —dice, molesto.

—Quiero muchas cosas, Duncan. Anhelo que sufras con torturas muy dolorosas...

—He escuchado esas amenazas por parte de mis hermanos a las decenas de personas que tenían por víctima. ¿Puedes ser un poco más original y cambiar las palabras para poder asustarme de verdad? —cuestiona, burlón.

Tomo una respiración profunda, mirando con confusión lo que él hace. Saca un arma de fuego, tendiéndomela para que la reciba.

—Ya que tanto quieres matarme, hazlo —me reta, sonriente.

—Estás retando a la persona equivocada, Duncan. Sabes que a mí no me temblaría el pulso para apretar el gatillo de esa pistola mientras el cañón de ella apunta a tu cabeza, asegurando tu muerte.

Él avanza un paso hacia mí. Deposita el arma en la palma de mi mano, cerrándola alrededor de la empuñadura. Parece cargada al notar cómo pesa bajo mi mano. La sostengo con mi mano derecha, elevándola hasta apuntar a la cabeza de Duncan. Él me mira con una expresión de tranquilidad, metiendo ambas manos en los bolsillos de su pantalón mientras sus labios se expanden en una encantadora sonrisa.

Da un paso hacia mí, acortando la distancia que hay entre ambos para que no falle el tiro. Toca mi mano, elevando el arma hasta su frente. No me desestabiliza su toque, mucho menos la cercanía que él decide tomar. Lo que me desconcierta es que él esté tan seguro, como si no le tuviera miedo a la muerte. Sabe de lo que soy capaz de hacer con tal de acabar con él, sin embargo, parece no temerme. Capto en su mirada azulada ese brillo malicioso y desafiante, sus pupilas se dilatan por la escasa luz de este lugar. Mi dedo índice roza el gatillo del arma, siendo consciente que, si le disparo desde tan cerca, su sangre me salpicará. Pero eso sería lo último que me preocuparía con tal de tenerlo muerto bajo mis pies.

—Adelante, Anya. ¿Qué te impide apretar el gatillo y acabar con mi vida? —pregunta, sin dejar de mirarme a los ojos por un solo momento—. Mátame y desencadena una guerra entre la mafia italiana y la mafia rusa. A mí no me importa, total, estaré muerto —dice, indiferente—. Aprieta el gatillo y acaba conmigo, como tanto anhelas.

El karma de Duncan [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora