Anya Petrova
Al respirar siento unos dolorosos pinchazos en mi pecho que me obligan a despertar. Abro mis ojos, encontrándome con un techo blanco sobre mí. Al girar mi cabeza observo a Duncan completamente dormido a mi lado, con sus ojos cerrados y su cabello despeinado. Su cabeza está apoyada en el lateral del sillón donde está sentado. Desciendo mi mirada, viendo que su mano se mantiene entrelazada con la mía.
—Duncan —murmuro, apretando su mano.
Mi voz hace que él reaccione, entreabriendo sus ojos somnolientos, viéndome despierta. Se levanta de ese sillón, acercándose más a mí. A través de su mirada azulada puedo ver lo aliviado que está al encontrarme así. Despierta, aunque dolorida. No puedo disimular el daño que me produce el mínimo gesto, como respirar.
—Anya —menciona mi nombre, acariciando mi mejilla con delicadeza—. ¿Cómo estás? ¿Te duele?
Asiento con la cabeza, afirmándolo.
—Voy a llamar al doctor para que te revise, ahora vuelvo —informa.
Él abandona la sala para ir en su búsqueda mientras yo me quedo acostada en esta camilla, manteniendo mi mirada en esa puerta, esperando a que vuelva con ese doctor. Noto como todos mis músculos están tensos al sentir el dolor producido en mi costado y pecho. Respiro flojo, con cuidado de no lastimarme más de lo que ya estoy.
En cuanto dirijo mi atención hacia la puerta, veo al doctor cruzar la entrada para centrarse en mí. Detrás está Duncan, manteniéndose alejado para no molestar al doctor. Él se pone a revisar todo para que esté bien, inyectándome unos cuantos medicamentos a través de una vía que tengo colocada. Su mirada se posa en la mía durante unos segundos, mostrándose sorprendido.
—Que se haya despertado tan pronto es una buena señal —le informa a Duncan, desviando su atención hacia él—. Todo parece estar correcto, aunque debemos realizarle unas pruebas para asegurarnos. Pero ahora es mejor dejarla descansar, debe guardar reposo para que no se abran los puntos de las heridas.
—¿El peligro ya pasó?
—Eso parece —responde, soltando un suspiro de alivio—. Me debes un aumento, Lombardi.
Duncan sonríe, dándole unas palmadas en la espalda al doctor. Finalmente, él nos deja a solas durante unos minutos, hasta que haga efecto el medicamento que me inyectó. Duncan vuelve a tomarme de la mano, notando como está más relajado que antes. Al verlo parece que el dolor disminuye y que todos mis músculos se relajan.
—¿Boris ya está muerto? —pregunto.
Lo noto tensarse por esa pregunta, como si algo hubiese salido mal. En su mirada veo un ápice de culpabilidad mezclada con remordimientos. Al sacarle ese tema parece que se ha acordado de algo que lo pone en ese estado decaído.
—Sí, él ya está muerto —asegura.
—¿Pero?
Sé que hay un «pero» en esa afirmación.
—Anya, lo importante es que Boris ya ha muerto. Y toda la organización alemana, claro. Da igual lo otro que ha pasado. Además, quiero que te recuperes y estés bien. Cuando salgas de aquí te contaré todo lo que ha sucedido, pero ahora quiero que descanses.
Frunzo el ceño, sin fuerzas para discutirle. Inevitablemente mis ojos se van cerrando poco a poco, sintiendo como voy cayendo en un sueño profundo que silencia todo el dolor físico que estoy notando. Duncan se inclina hacia mí, depositándome un beso en mi mejilla.
—Duerme, dolcezza —susurra.
#
Escucho unas voces que me despiertan por segunda vez el día de hoy. Delante de mí veo a mi padre, junto a mi madre y Alexei. Están los tres aquí, en la habitación, asegurándose de que esté bien. No hay rastro de Duncan, parece que se ha ido a algún lugar.
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El karma de Duncan [+21] ✓
Romance«El destino los volvió enemigos, porque si fueran aliados, juntos tendrían el control del mundo.» ¿O puede haber un amor oculto tras esa cortina de humo, llamada odio? El pasado sigue presente en ellos, recordando esa relación que tuvo un final trág...