9. El pretexto ideal

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Como lo prometió, Yuichiro se hizo presente en la mansión de Bonten de nuevo el miércoles pero esta vez por la tarde, a las cinco y media, secretamente feliz de tener la oportunidad para ver a Mikey una vez más. Takeomi lo recibió en la entrada y lo condujo a la oficina donde este y los hermanos Haitani los esperaban.

Al entrar, vio a Mikey sentado tras el escritorio con las piernas cruzadas sobre la silla. De pie detrás de él, Ran y Rindou a la derecha e izquierda respectivamente. Takeomi entró detrás de Yuichiro, cerró la puerta y le indicó el asiento frente a Mikey, del otro lado del escritorio, mientras él se acomoda en el sofá rojo, a sus espaldas, y enciende un cigarrillo.

–¡Aquí están al fin! –dijo refiriéndose a los Haitani después de haber saludado muy formalmente a Mikey y recuperar su incansable sonrisa–. Es un placer conocerlos en persona, Haitani Ran-san y Haitani Rindou-san, los antigüos reyes de Roppongui.

–Así que eres tú el que tiene a Koko hecho un manojo de nervios –le respondió Ran con una sonrisa de lado.

–¿Pongo nervioso a Hajime-san? –preguntó con una sonrisa divertida y una evidente sorpresa fingida. Como respuesta Rindou rió.

–¿Qué traes ahí? –habló Mikey con su profunda voz.

–¡Oh, claro! –puso el pequeño maletín rígido sobre el escritorio frente a Mikey y lo abrió. –Como le comenté a Takeomi-san, estos son teléfonos satelitales que nos permitirán estar en contacto durante el trayecto a Vietnam.

Mikey tomó uno de los aparatos para observarlo, no parecía muy diferente de un teléfono común, excepto porque era ligeramente más grande y considerablemente más pesado. Los hermanos miraban también con interés inclinados sobre él.

–Por supuesto tienen sus limitaciones: sólo recibe mensajes de texto o llamadas no mayores a tres minutos –de la bolsa interior en el saco de su traje gris, sacó de nuevo un sobre negro y lo dejó sobre el escritorio–. Aquí están los números de cada uno. Son algo difíciles de conseguir, así que los hermanos deberán compartir uno y el otro es para Sano-san, para que pueda comunicarse con ellos si lo necesitara. Igualmente está el número del teléfono con el que yo estaré en contacto. Por seguridad, no deben guardar los números en este teléfono. Si necesitan llamar, memoricen el número, marquen y al terminar la llamada borren el historial.

–Eso es tan anticuado, ¿quién memoriza números de teléfono ahora? –se quejó Rindou.

–Es por seguridad, en caso de que el teléfono se pierda o le pase algo –la mirada de Yuichiro se llenó de seriedad al decir esto–. Nomura-sama prefiere ser precavido. Qué terrible sería para mí que cualquier persona pueda llamarme por teléfono... –se quejó burlonamente.

Mikey entregó el teléfono a Ran.

–Pueden irse, Haitanis. Prepárense para salir hacia Sagami al anochecer –dijo Mikey y estos salieron de la oficina sin decir nada más. Luego tomó el maletín Pelican y lo hizo a un lado en el escritorio para mirar fijamente a Yuichiro después.

–¿Pasa algo, Sano-san? –Yuichiro miraba fijo a Mikey.

–Deja de llamarme así, Sonozaki.

–Nomura-sama insiste en que tratar con respeto a nuestros socios es indispensable –le respondió sin el menor indicio de sorpresa en su voz por lo que Mikey acababa de decir.

–Me importa una mierda lo que piense tu jefe. Llámame Mikey. No quiero que tu jefe ni su mujer vuelvan a usar mi nombre.

–Mikey...-san –dudó Yuichiro, al no haber objeción continuó–, por supuesto haré llegar estas palabras a Nomura-sama y la señora Nomura –finalizó e inclinó levemente la cabeza.

Los débiles no sobreviven (Bonten x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora