14. Eres uno de ellos

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Wakasa volvió al penthouse a las nueve y media en punto. De inmediato la vio aparecer por las puertas corredizas con un deslumbrante vestido largo de lentejuelas doradas que delineaba cada una de las curvas de su silueta y aunque las mangas eran largas y el cuello redondo bastante cerrado, podía adivinar a la perfección la forma de su cuerpo. Seguía siendo castaña de ojos grises, pero ahora llevaba un maquillaje más cargado que hacía resaltar sus ojos.

La vio acercarse a la sala y pasar sobre su brazo derecho una estola de mullida piel negra y luego tomar un pequeño bolso también negro, pasando su mano cubierta por un guante del mismo color a través de la pequeña correa. Caminó directo hacia Wakasa y él se giró para llamar al ascensor. Las puertas se abrieron de inmediato y la dejó entrar primero, pudiendo dar un corto vistazo que le permitió ver el pronunciado escote en la espalda del vestido, que dejaba ver toda su piel hasta la cadera.

Él disimuló su sorpresa al entrar de prisa y presionar el botón al sótano sin dirigirle una mirada a la mujer a su lado. Cuando llegaron ahí, de nuevo la dejó pasar primero, pudiendo observar una vez más su espalda mientras la seguía hacia la limusina Lincoln negra.

Sacó las llaves, desactivó la alarma y se acercó para abrir la puerta de la parte trasera y que así ella pudiera entrar, sin olvidar ofrecerle su mano, la cual ella apenas y tocó mientras su atención se concentraba en vigilar que la falda del vestido no quedara por fuera del auto.

Cerró la puerta, ocupó el asiento del conductor, encendió el auto y se puso en camino, llegando al club Maboshi en quince minutos.


-Lo siento -le dices a Wakasa-, olvidé decirte que nosotros no entramos por aquí

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-Lo siento -le dices a Wakasa-, olvidé decirte que nosotros no entramos por aquí. Sigue derecho y da vuelta a la derecha en la siguiente esquina para rodear.

Wakasa asintió y siguió las instrucciones sin mayor problema, hasta que le dijiste que se detuviera afuera de un pequeño edificio de tres pisos que se encontraba en total oscuridad.

-En la guantera hay un mando a distancia para la entrada -le explicas.

Cuando tiene el mando, presiona el botón y las puertas del garaje se abren de par en par, dejando ver la entrada a un piso subterráneo. La limusina entra, haciendo que se enciendan las luces led de color blanco que no iluminan por completo el estrecho estacionamiento que tiene apenas el espacio necesario para abrir las puertas del auto. Las puertas del garage se cierran suavemente, dejando el lugar un poco más oscuro. Wakasa baja y abre la puerta trasera, ofreciéndote su mano de nuevo. Esta vez la tomas con un poco más de fuerza para bajar, caminando directo hacia el pasillo que apenas se distingue al frente sin mirarlo.

Wakasa ya no puede ver tu espalda pues ahora llevas la estola sobre los hombros. De la pequeña bolsa sacas una tarjeta completamente negra que pasas por el lector a un lado de la puerta y se escucha el seguro liberarse. Para entonces Wakasa ya está justo detrás de ti.

Los débiles no sobreviven (Bonten x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora