38. El delito entero

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Yuichiro te dejó suavemente sobre la cama y en cuanto lo sueltas, tomas la almohada más cercana y la lanzas con fuerza hacia el frente, aunque no llegó muy lejos.

–¡Qué idea tan estúpida!– Gritas con frustración.

Yui pone una almohada bajo tu tobillo vendado, después va y recoge la que arrojaste, sacudiéndola un poco mientras camina para acostarse al otro lado de la cama.

–Era un buen plan –dice en voz baja.

–¡Son despreciables, no los soporto! ¡...y odio este vestido!– Continúas intentando llegar al cierre del vestido en tu espalda.

–Te vas a lastimar más –regaña suavemente, tú sueltas un bufido exasperado dejando caer tus brazos.

–¿Por qué no me dices que soy una tonta? Nada salió como esperaba... –insistes mirándolo con los ojos levemente humedecidos.

–Porque no lo eres –asegura con voz firme–. Y el vestido es precioso.

–¡Pero nada salió bien! ¡No pude acercarme a Rindou, nadie me vio besar a Wakasa, Ran tuvo el descaro de tocarme, no puedo caminar y ese asqueroso de Sanzu de nuevo...! ¡Agh! –Exclamas mientras aflojas los broches que mantienen la peluca en su lugar, cuando está suelta, la arrancas con todo y la redecilla que recoge tu cabello trenzado, para terminar por lanzarla contra las puertas corredizas.

–La vida es así a veces, hermanita. No siempre pasa lo que esperas... –De nuevo, Yui va y levanta la peluca para arreglarla y llevarla a su lugar en el vestidor. Luego vuelve y camina hasta el baño.

–Quiero que lo traigas, ese hombre necesita un escarmiento. Uno que no olvide jamás –con los dientes apretados, continúas quitándote los guantes de encaje malva y la alianza de oro blanco.

–¿Quién; Ran o Sanzu? –Yui reaparece llevando una palangana con agua y una toalla de manos, para que puedas lavarte el maquillaje del rostro.

–Ambos.


En cuanto Kokonoi puso un pie dentro de la mansión, pudo sentir la tensión que inundaba todo el lugar

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En cuanto Kokonoi puso un pie dentro de la mansión, pudo sentir la tensión que inundaba todo el lugar.

Takeomi paseaba por el recibidor de un lado a otro, esperándolo mientras fumaba. En el salón podía verse a Wakasa que también fumaba mientras miraba a la nada con una expresión preocupada.

Sanzu venía bajando las escaleras con una cara de pocos amigos y una enorme marca roja en el cuello.

–¿Dónde estabas, Koko? ¡Sube ahora mismo! –Ordenó mientras regresaba hacia la oficina de Mikey.

Al entrar, seguido por Takeomi y Wakasa, vio a Mikey acostado, descansando con los ojos cerrados en el sofá, Kakucho estaba sentado en el escritorio y Sanzu se acomodó al otro lado.

–¿Qué ocurrió esta vez?– Preguntó al fin Kokonoi con total seriedad.

–Hay una mujer muerta en la cama de Mikey –anunció Takeomi mientras encendía otro cigarrillo. Hajime lo miró atónito, con una pregunta en la punta de la lengua que no se atrevía a formular.

Los débiles no sobreviven (Bonten x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora