33.

6 3 1
                                    

Una semana después.
Ava:
Oficialmente, puedo decir que queda un día, bueno en realidad unas tres horas, para mi cumpleaños.

La última semana ha sido de locos. Y cuando digo de locos, es de locos.

Aunque a Daniel le quedara un mes, tenía más energía que nunca, o al menos eso era lo que me mostraba. Por lo que hizo y planeó como cincuenta citas para la misma semana. Entonces, si no estaba en el colegio, estaba con Daniel. Lo cual era bastante chulo. Porque me permitía pasar más tiempo con el, recuperar lo perdido, y aunque doliera, intentar llenar lo que nos iba a faltar.

Con respecto a Nancy, la verdad es que estábamos muchísimo mejor que antes.

Nancy se había convertido en una persona con responsabilidad afectiva. Que había comenzado a demostrarme que realmente la importaba. Y era reconfortante saber que valía la pena intentarlo, valía la pena, darle esa oportunidad, porque aunque ambas nos hayamos equivocado, no podíamos echar todo a perder.

En el fondo, siempre he creído que Nancy va a ser de esas amigas, que cuando llegue a mayor y sea una anciana, bajaremos a comer churros por la mañana, mientras nos quejamos de la vida.

Es malo hacerse ilusiones. Porque acabas decepcionándote.

Pero, por qué no?

Por qué no dejar a nuestro corazón que se ilusione.

Por qué no darle libertad a nuestros sueños.

Por qué no permitirnos sentir.

Por qué no permitirnos sentir cada una de nuestras emociones.

Por qué tenemos que retenerlas.

Por miedo?

El miedo nunca va a valer la pena.

Porque siempre va a ser mejor mirar atrás y pensar en que has sentido cada pequeña emoción del momento que te has permitido sentir, ser libre, que te has ilusionado y que te has desilusionado, pero al menos le has dado rienda suelta a lo que sentías, que te has permitido dudar.

Siempre va a ser mejor que recordar tu vida atada al miedo.

Porque el miedo te esclaviza, y aunque es normal. Y surge naturalmente, no debería limitarnos a hacer lo que queremos.

Porque vale la pena tomar riegos.

Creo que algo muy común en cumplir años, o al menos para mi, es que me prometo cosas que haré diferente. Cosas que cambiare.

Porque cada vez se nos acorta más el tiempo.

Entonces es por eso, que decidí, que en mis dieciocho años, no voy a permitir que el miedo me limite.

-Ava, puedo pasar? -dijo mi madre llamando a la puerta-

-Claro mamá -deje a un lado el cuaderno en el que estaba escribiendo, en el que solía aclarar mis pensamientos-

-Te duermes ya o vas a esperar hasta las doce ?

Lo dijo poniéndose en medio de la puerta y la pared, y al mirar de reojo vi que estaba decorando el salón, por lo que una sonrisa se escapó de mi.

-Me duermo ya.

Se acercó a mi y me dejó un beso en la frente.

-Que descanses Ava de diecisiete.

-Igualmente mamá.

Cerró la puerta y la escuché susurrar algo para mis hermanas. Negué con la cabeza riéndome un poco y me senté en la esquina de la cama.

Nosotros dos y una vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora