El Pecado de un Ángel (BakuShima)

⚜ 11: Por Primera Vez ⚜

El frio en Quebec es mayor que en San Francisco y eso se debe a la gran cantidad de árboles que rodean en pueblo en donde ahora se encuentran. No puede dejar de lado el lago que se encuentra dividiendo parte del bosque y que se encuentra a un par de minutos, sin embargo, no puede disfrutar de ello debido a las emociones que siguen agitadas dentro de su pecho y que no puede darles nombre.

Ve por medio del cristal, mirando al tercer guerrero creado por Zeus, padre de los dioses y los hombres; apadrinado por Ares, el dios de la guerra, y beneficiado por Afrodita, quien es conocida por ser la diosa de la belleza, la sensualidad y el amor, jugando junto con un ángel en la nieve que yace acumulada en el suelo. ¿Cómo puede ser eso siquiera posible?

Durante los dos días que estuvieron esperando a que Sero recobrara la conciencia de Midoriya (cosa que sí hizo), el ángel en ocasiones se quedó bajo su cuidado mientras Bakugo salía a alimentar a Ira, llegaba con golpes y mostrando el azul cobalto en la mirada, pero el pelirrojo no dudaba en acercarse y tomarlo de las manos, guiándolo a la recamara para cuidar de las heridas.

No lo entiende. Se siente confundido y no quiere pensar mucho en ello, pero si no se enfoca en eso, pensara en lo que no quiere pensar en realidad.

Voltea a ver a Midoriya, quien se encuentra leyendo el menú de la cafetería en donde se refugian del frio clima. Es sorprendente que algo así este abierto las veinticuatro horas; el dulce aroma que desprenden los diferentes bizcochos, el intenso olor del café y el aceite proveniente de la cocina, los tacones de las mujeres que atienden el local golpeando el suelo por donde van. Es agradable ver normalidad cuando carga con algo tan extraño.

— Hay tantos platillos —dice Midoriya, viéndolo sobre el firme papel de la carta. El brillo en la mirada verde haciéndolo sentir bien—, ¿debería pedir uno de todo?

— Tienes un buen apetito, estoy seguro de que podrás con ello.

— Pero no quiero darles más trabajo a los de cocina.

— Creo que te agradecerán el hecho de que les des algo qué hacer.

— Bien, vengo enseguida —lo ve ponerse de pie, encaminándose a la barra donde yace la cajera, quien le mira sonriente y obligada a echar la cabeza hacia atrás. La gran altura siempre llama demasiado la atención.

Frunce el ceño al pensar en Sero, en lo delgado que es y la forma en que lo besó... ¡No! ¡Él no quería pensar en eso! <<Quiero volver a besarlo>>, el deseo dicho en tono bajo y avergonzado le hace llevarse una mano a la frente, gruñendo con molestia al sentir su cara calentarse.

La manera en que las frías manos tomaron su rostro, el cómo los pulgares le acariciaron los pómulos lo hizo bajar la guardia, y cuando los labios del pelinegro tocaron los suyos, un chispazo lo azotó en la espalda baja. El beso fue caliente, húmedo y exigente, haciéndolo perder el aliento. Y no fue al único.

Durante aquella conexión los vio: Muerte estaba sonrojada, sus brazos contra el pecho demostrando vulnerabilidad y pudo ver por qué, había un varón, uno de increíble aspecto a pesar de ser escamoso y con cuernos, las púas que sobresalían de la columna y seguían por una larga cola le dejo en claro quien era. Lujuria. Él le tomo primero una mano a la fémina, besando el interior de la muñeca y luego la palma, lamiendo entre los dedos índice y medio. Escuchó un jadeo proveniente de ella, una risa de él. "Quiero besarte, ¿me permites hacerlo?", no hubo respuesta, solo la pálida dama envolviendo los brazos en el cuello del demonio.

Jamás la había visto así; siempre se había dado una idea de cómo lucia, pero el verla tan real y vulnerable le resulto extraño.

— ¿En qué tanto estás pensando? —la pregunta hecha en tono bajo contra su oreja derecha le hace enderezarse de golpe, volteando a ver al causante— ¿Te asuste?