↬32: Corazones rotos ↫

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La admiración hacia Zeus comenzó desde que sus parpados se abrieron por primera vez; fue lo primero que vio, esa sonrisa orgullosa y el brillo existente en los ojos azules eléctricos lo hicieron sentir demasiado bien. Se puede llamar aquello como "amor a primera vista", una obsesión nacida sin ninguna palabra intercambiada; su cuerpo se sintió vivo, fuerte, y con el pasar de los años, se esforzó muchísimo por volver a ver esa sonrisa dirigida únicamente a él.

Tal vez se esforzó demasiado.

En varías batallas perdió extremidades, fue torturado hasta quedar inconsciente y otras veces su agujero fue usado para lo contrario de expulsar, pero eso no le importaba. Le daba igual el dolor o la horrible sensación que quedaba en sus manos cuando cortaba los cuerpos de sus enemigos, pues su propósito era claro. Él solo esperaba ser amado por quien amaba, ¿qué de malo tenía eso? Estaba en busca de su aprobación, que le dijera lo bien que lo estaba haciendo...

Solo eso.

Con el pasar de los años, él notó de que algo estaba haciendo mal, pues ese amor que él quería estaba siendo dirigido a alguien más. Verlos juntos era doloroso. Un dolor justo arriba del corazón siempre aparecía cuando esa sonrisa hacía su aparición porque ese tipo simplemente entraba en escena, y a veces era tan fuerte que lo hacía encorvarse. Sin embargo, eso no importaba, Zeus valía totalmente la pena.

Él lucharía por y para su Dios, no hay más... Sí lo había. Él querías ser correspondido.

Desde lo alto de un árbol, oculto entre las grandes y múltiples hojas, observaba al Padre de los hombres y los dioses. Lo miró tomar asiento en una piedra junto a un cristalino rio, a su lado se unió Epsilon, quien no tardo mucho en abrazarse al gran cuerpo celestial y sonriendo radiante a este.

Haber visto a la persona que amaba, amando a alguien que no era él se sintió peor que cualquier tortura a la que haya sido sometido.

¡Disculpe! —el grito femenino lo hizo salir de su ensimismamiento, parpadeó un par de veces antes de bajar la mirada— ¡Hola! ¡Lamento molestarlo! ¡¿Podría ayudarme?! —Eso lo hizo arquear una ceja, y al escanear mejor lo que ella llevaba en manos, suspiró. Era obvio, las mejores manzanas se recolectaban en las copas y ella no se veía capacitada para subir.

Claro, dame un momento.

¡Muchísimas gracias!

Y una radiante sonrisa apareció en los labios de la chica, una que alivió el dolor de su corazón.

Pandora se volvió su segundo gran amor. Uno que mantuvo oculto de Zeus, de sus compañeros y de todo aquello que pudiera hacerle daño, porque la amaba y no quería que fuera dañada. Amó su cuerpo, su mente y su alma, ella era perfecta y hermosa. Su risa, sus pequeñas manos y delicioso aroma, ninguna criatura podría evitar caer rendido ante ella.

Zeus incluido.

Fue ese hijo de puta quien se la robó, la arrebató de sus brazos cuando tenía a Epsilon totalmente enamorado. A Zeus no le importó romper más de un corazón, le importó un carajo todo y eso lo molestó mucho.

Tal vez demasiado.

No fue difícil volver a tener a Pandora en la cama luego de que ella fuera elegida por Zeus para cuidar la caja; la celebración consto de mucha ambrosia y luego de una íntima caricia dada bajo los largos manteles, ambos encontraron la forma de perderse y encontrarse en su habitación. Besó cada pulgada de esa piel que tanto amaba, mordisqueó juguetón los pezones y el interior de los muslos, la llenó centímetro a centímetro y se perdió en esa boca que volvía a recitar su nombre. Dioses, al día siguiente debía de hablar con sus compañeros y decirles que debían cancelar todo.

El Pecado de un Ángel (BakuShima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora