19: Entre Brazos

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El caos fuera de aquel templo está por llegar a su fin, puede saberlo al sentir la presencia de los dioses acercándose, pero ellos no pueden dar marcha atrás. Deben de demostrar que Pandora no es digna, que ella será incapaz de cuidar la caja. Se apresura a ir tras de ella, doblando a la derecha y siguiendo sobre el pasillo que parece interminable.

Los pasos de ella resuenan, él sujeta con firmeza su espada y apresura la carrera, necesita detenerla ya y demostrarles a los dioses que se han equivocado.

Al divisarla, no duda en lanzar el escudo contra las piernas haciéndola caer, pero ella no suelta la caja. Se gira boca arriba y le lanza una pequeña daga, la cual se clava en el pequeño espacio de la clavícula y escapula, haciéndolo hacer una mueca de dolor.

¡¿Qué crees que haces?! —pregunta ella, arrastrándose hacia atrás con la caja abrazada al pecho— ¡Los asesinaran por esta traición!

Demostraremos que no eres apta...

¡Es su vanidad y ego hablando! ¡Eso no los hace digno de ella! —aprieta los dientes, sujetando con firmeza el mango de su espada— ¡Es por eso por lo que no fueron escogidos!

¡Cierra la maldita boca!

¡Son unos barbaros! ¡No están pensando bien las cosas!

¡He dicho que te calles, zorra!

Se lanza contra ella, pero Pandora lo esquiva y patea en el estómago, para después enderezarse y echarse a correr. Al perderla de vista por aquel pasillo, la escucha gritar y cuando da con ella nuevamente, la ve en el suelo con el estómago abierto en medio de un charco de sangre y cerca de ese cuerpo que lucha por tomar aire, se encuentra beta y delta, este último con la espada goteando el líquido rojizo.

Hace una mueca al ser movido por los hombros, abre lentamente los parpados que siente sumamente pesados y se ve obligado a parpadear repetidas veces para adaptarlos a la poca luz que se cuela por la ventanilla circular.

— Katsuki, tenemos un problema —se endereza de golpe al escuchar eso, golpeando su frente contra la de Eijiro y ambos sueltan un quejido, mientras que Ira le abofetea por haber golpeado al ángel—. Ay.

— Ángel, ¿qué...? —suspira, masajeando el área golpeada mientras ve hacia el pelirrojo, quien se encuentra haciendo lo mismo, pero con un puchero— ¿Qué pasa?

— Oh, es verdad —el ángel se levanta de la cama, se encuentra vestido con un jogger rojo y la ya famosa camisa blanca, aquel escote en la espalda sigue volviéndolo loco—. Tenemos que ir a ayudarles —parpadea confundido ante eso, bosteza y se aparta las mantas, no recuerda haberse tapado así que seguramente fue Eijiro quien lo cobijó.

— "Ayudar" a quién.

— A Midoriya y Uraraka —explica el pelirrojo ingresando al baño, para luego salir con todas las toallas abrazadas contra el pecho—, ellos están afuera.

— Aja.

— En un barco pequeño —frunce el ceño ante eso— y necesitamos secar a Uraraka porque tiene su cola de sirena, y si alguien la ve esto será un problema.

— Bien, vamos.

Saca los pies de la cama, colocándose primero el calzado. Ya no le resulta extraño el dormir tan tranquilo estando cerca del ángel, dejando de lado que Ira ronronea toda la noche al estar cerca de aquella encantadora frescura que el pelirrojo posee, sin embargo, es la primera vez en mucho tiempo que sueña con el pasado.

El Pecado de un Ángel (BakuShima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora