Sin soltar la mano de Eijiro, ambos se forman y esperan su turno para entrar, una parte competitiva de él no puede creer la cantidad de gente que hay cuando apenas acaba de abrir el lugar. En el bar que maneja junto con Izuku y Shoto, se empieza a llenar después de las once de la noche y él nunca, nunca ha estado dentro.
Gracias a su preso, ser el guardia de seguridad que cuida la puerta le va mucho mejor, puede ver a simple vista (literal) quién es un busca problemas. También si Ira está al límite, él puede usar de excusa un renegado para liberar la presión del demonio.
Al pasar la puerta de acceso, luego de mostrar su ID, cosa que no le pidieron al ángel por alguna extraña razón, el retumbar del bajo que suena a través de las grandes bocinas hace vibrar las bebidas que yacen en los cientos de vasos sobre las mesas esparcidas por el lugar, las luces que se deslizan por la pista de baile apenas son capaces de alumbrar el piso por donde van o darles la oportunidad de ver los rostros de quienes lo rodean, y eso le molesta. Es como ir a ciegas, sin un arma para la guerra.
Hay tres plantas, en la que ellos se encuentran está la pista de baile, la barra que resguarda cientos de botellas y los refrigeradores llenos de envases de diferentes marcas; alcanza a contar quince mesas esparcidas, todas con un cupo de seis sillas. Cada una ya se encuentra ocupada.
La mano de Eijiro aprieta la suya, acto que lo insta a atraerlo contra su costado y pegarlo lo mejor que puede al cuerpo, evitando así que la multitud lo empuje o golpee, ya que eso les costaría la vida. Ira está sumamente encabronado por alguna extraña razón; busca una salida y si él no libera la presión antes de tiempo, se volverá un peligro y teme que sea así también para Eijiro.
No confía en su preso cuando estalla.
— Bien, ángel —habla en voz alta, esperando así que el pelirrojo sea capaz de escucharle a pesar de la música—. ¿Por quién vinimos? —pregunta, deslizando la mirada por la gente que se encuentra presente y frunce el ceño ante el repentino dolor que Ira le causa ante los cientos de pecados que le hace ver de golpe, incluso lo marea un poco.
Se tensa al ver un vistazo de un presente donde un par de largos colmillos se clavan en el joven cuello de un varón, quien grita desesperado por ayuda y poco a poco, debido a la pérdida de sangre, los ojos se quedan vacíos. Sin vida. Busca con la mirada al protagonista de dicha imagen y lo encuentra en el segundo piso, devolviéndole la atención con un par de oscuros ojos.
Oh, mierda.
El preso sonríe malévolo ante aquella riña visual, contento con la idea de pelear contra un vampiro; son fuertes, veloces y se debe mantener lejos de la boca, los colmillos no solo brindan un acceso fácil a la sangre al clavarlos en cualquier parte del cuerpo, también desgarran con suma facilidad la piel y el músculo.
Sí, sería una gran pelea. Su puño golpearía repetidas veces el perfecto cutis, destrozándolo sin dejar nada que reconocer, tal vez pueda ser capaz de arrancarle los dientes uno por uno.
— ¡Sé que está aquí! —grita Eijiro sobre la música, su melodiosa voz apenas siendo capaz de alcanzarlo nuevamente y haciendo que se dé cuenta que estaba dirigiéndose hacia las escaleras que conducen al segundo piso. <<Vamos. Vamos. Vamos. Vamos>>, Ira tiene la respiración acelerada y muestra impaciente la filosa dentadura, quiere pelear. Necesita castigar, y él no sería capaz de detenerse, sino fuera por Eijiro, quien ha evitado aquello anteriormente; primero saliendo del aeropuerto, ahora ahí a un movimiento de iniciar el caos— ¡Pero no sé cómo luce!
— ¡¿Qué?! —frena de golpe, interrumpiendo el paso de un mesero que no duda en insultarlo. Ira gruñe a la dirección de este, pero él se centra en Eijiro, quien se sostiene de él con las manos contra su pecho ahora. El contacto calmándolo un poco más— ¿Cómo diablos se supone que vamos a...?
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El Pecado de un Ángel (BakuShima)
FanfictionBakugo Katsuki no creyó que unas palabras lo hicieran vivir tantas cosas y todas gracias a una sola persona, mejor dicho, un solo ángel. Eijiro ha llegado a su vida para evitar así una guerra, una que él sabe que podría ganar en compañía de sus comp...