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Con brazos cruzados observa al pelinegro, quien da trago al té que sigue humeando gracias a las tazas y al material del que están hechas, él no ha dado trago alguno, tampoco lo ha hecho Shoto, solamente el ángel, sentado a su lado, es quien ha estado bebiendo y suspira cada vez que traga, haciendo que Ira se estremezca de placer.

Al haber permitido que castigara a unos tantos humanos, el demonio se encuentra sumamente tranquilo y sus reacciones ante el ángel solo son ronroneos y escalofríos, nada de imágenes y eso lo agradece. Un poco.

Se retira la chaqueta de cuero, la cual cae al suelo de golpe y el sonido que crea es similar al del chapoteo, pues se encuentra húmeda por la sangre que le ha sacado a quien no dejaba de devorar el culo de Eijiro con la mirada. Ni Ira ni él tuvieron piedad del bastardo, menos cuando los pecados se elevaron con claridad y le vieron golpear a quien juró frente de un altar amar y cuidar por toda la eternidad.

Lo golpearon tanto en el rostro que después no hubo forma de reconocerlo, sin embargo, no era suficiente.

Entró entre callejones en busca de pelea, dando con ella en cada uno de ellos y aunque algunos usaron armas y otros no eran humanos, ganó y se sintió bien. Ira se rio, grito victorioso y rugió de júbilo, sin embargo, en medio de aquella fiesta de placer y orgullo, la sonrisa radiante de Eijiro aparece y ambos se quedan fríos.

Voltea hacia abajo, lleva la mano derecha al abdomen y hace una suave presión, al retirarla ve la sangre que la mancha.

¡Hijo de perra! —grita un hombre lobo a sus espaldas— ¡Nos la vas a pagar!

Oigan, idiotas —los ve sobre el hombro, cerrando con fuerza ambas manos y sonriendo ante la idea de romperles la quijada—, acabaré con ustedes rápido. Quiero ver a mi ángel pronto.

<<Nuestro>>, corrige Ira lamiéndose el labio superior.

Se gira a tiempo para recibir el tacleo del hombre lobo, la fuerza que emplea es suficiente para alzarlo del suelo y golpearle la espalda contra una sucia pared, el dolor que se expande por su cuerpo le hace gruñir. Su contrincante no duda en lanzar mordida en dirección al cuello y él le sujeta del hocico, manteniéndoselo abierto.

Ni corto ni perezoso el cabrón comienza a golpearlo en el abdomen, también usa las filosas garras para causarle más daño y él ya está harto, necesita ir con Eijiro y que use esas frías manos para curar las heridas que se acaba de hacer; solo sujeta con firmeza sintiendo los colmillos del hijo de puta clavarse en su carne y tira con fuerza, el alarido de dolor que el hombre lobo suelta hace a Ira reír.

Entonces, con un poco más de fuerza, el hocico cede y el hombre lobo cae de bruces al suelo, la sangre escurriéndose desde la boca.

Luego de eso se dio cuenta que la manzana acaramelada terminó en el suelo y obviamente ya no era comestible, aunque fue un poco sorprendente el que haya cargado con ella por tanto tiempo. Fue fácil dar con la casa del custodio de Lujuria, justo como dijo Shoto que iba a ser y sí, fue gracias a Ira quien lloriqueaba por ver a Eijiro, sin embargo, cuando el ángel los tocó no hubo ninguna imagen lasciva.

Solo un ronroneo bajo.

— ¿Estás bien? —la pregunta hecha por Eijiro lo hace salir de su ensimismamiento, voltea a verlo y asiente— ¿Seguro? ¿No quieres descansar?

— No, estoy bien.

— Las heridas en tu abdomen eran profundas —el recuerdo de Eijiro tocándole el abdomen, recorriendo con la punta de los dedos las líneas marcadas le hace tragar. Si Ira no hubiera estado complacido y él agotado, está seguro de que ambos hubieran terminado con el ángel contra la pared, cogiéndoselo a pelo— y tus nudillos están rotos, tienes horribles golpes en tu espalda y... Sé que sanas rápido, pero estoy seguro de que eso ha de doler muchísimo.

El Pecado de un Ángel (BakuShima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora