En la isla las estaciones siguieron su pasó sin ninguna demora ni un cambio, tampoco faltaron las lluvias ni las nevadas, los vientos fuertes o tormentas eléctricas que duraban horas iluminando el cielo. El sol jamás los dejó sin su calidez y la luna los acompaño en las oscuras noches; el oleaje del mar nunca fue brusco con ellos, aunque las tormentas azotaran con rabia, en ninguna ocasión corrieron riesgo alguno.
Algunas ocasiones el mar los sorprendió al llevar custodios, unos que fueron guiados por la corriente marina; lucían desorientados y asustados, tampoco les beneficiaba que lo primero que veían era a él seguramente luciendo una horrible expresión. Otras veces eran los ángeles quienes bajaban y daban entrega de seres iguales que ellos, también fueron quienes, después de tres años, se llevaron a Ojiro por petición de este.
Jamás habló con él luego de que llegaran a la isla, no cruzó palabra alguna ni siquiera una mirada; no estaba preparado para enfrentar a quien golpeó y dejó inconsciente a Eijiro. Ira no dijo nada, sin embargo, está seguro de que, de haberse acercado, le hubieran arrancado el corazón delante de todos. Tras la partida de Ojiro, Denki lloró mucho por la perdida y ese llanto afecto a varios que jamás en su vida vivieron un corazón roto o una profunda tristeza.
Él no lloró, no le afectó en lo más mínimo.
Ahora que lo piensa, aquello fue extraño; él se encontraba sentado en la arena viendo hacia el atardecer y fue en ese momento que vio al rubio ser acompañados por seres celestiales, él realmente creyó que Ojiro desistiría, se soltaría de los ángeles pidiendo disculpas y correría hacia los brazos de Denki, ambos fundiéndose en un abrazo y diciéndose "te amo", sin embargo, el humano partió sin ver hacia atrás. Claro que el chico apreciaba al custodio de Miseria, pues alargó su estancia en la isla solo por pasar tiempo junto a quien lo necesitaba, aunque jamás dijo amarlo y es claro que hay alguien muy importante más allá de la niebla.
Suspira, se coloca los auriculares y desconecta el celular de la pila portable, sonriendo de lado al ver que se ha llenado al cien por ciento. Gracias a que Monoma es mitad ángel puede ir y venir de la isla, consiguiéndoles artefactos que la isla no cree que sean importantes.
Se va a su lista de reproducción hecha por Eijiro, ve hacia el cielo y cuando los tonos rojizos empiezan a aparecer, reproduce la canción seleccionada. Traga audiblemente ante las primeras palabras dichas por la cantante, expande las alas que Ira le concedió cuando estaban cayendo junto con el pelirrojo, supone que fue lo que le dio al concederle ese beso con su adorado ángel. Sí que su preso se esforzó por salvar a aquel maravilloso ser alado.
— Oye, Eijiro —Habla en voz alta, viendo nuevamente hacia aquel atardecer de matices rojizos que tanto le recuerdan a su encantador ángel pelirrojo—. Sigo aquí.
Cuando mi fe se vuelva débil
Y sienta que me voy a render
Tu respiras en mí de nuevo.
¡Estoy despierto!
¡¡Estoy vivo!!
¡Ahora sé lo que siento dentro!
¡¡Ahora es mi turno!!
¡Haré lo que quiera porque esta es mi vida!
El llanto dentro suyo le hace cerrar los ojos, es en esos atardeceres ensordecidos con la música donde logra escuchar a Ira y hoy no piensa dejarlo huir; busca dentro de sí a aquel que por años lo ha acompañado y quien se enamoró del mismo ángel que él, sin embargo, no lo encuentra.
No es Ira quien llora dentro suyo.
— ¿Quién...?
En la oscuridad
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El Pecado de un Ángel (BakuShima)
Hayran KurguBakugo Katsuki no creyó que unas palabras lo hicieran vivir tantas cosas y todas gracias a una sola persona, mejor dicho, un solo ángel. Eijiro ha llegado a su vida para evitar así una guerra, una que él sabe que podría ganar en compañía de sus comp...