⚜33: La espera termino⚜

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La casa en la que han decidido descansar es grande, supone que se trata de esas viviendas en donde dan asilo a extranjeros o algo similar, tipo apartamentos, pero de un solo piso. No es pequeña, definitivamente es amplia y tiene todas sus comodidades. Aunque la mejor parte es que hay habitaciones de sobra.

Hace una mueca de dolor cuando Eijiro amarra firmemente una venda alrededor de su cintura, ahora sí que le duele horrible y es el arma con la que fue hecha, no tiene dudas de eso. Sanara pronto, le da media hora al menos.

— Lo siento —se disculpa el ángel, apoyando ambas manos contra su pecho. El fresco de su piel haciendo contacto con la suya haciéndolo suspirar—, ¿te duele mucho?

— Sí, la verdad sí, pero estoy bien —toma la mano izquierda del ángel con su diestra, la guía a sus labios y deposita un beso en la punta de los dedos del pelirrojo—. Realmente me diste un susto allá.

— Estamos de acuerdo que no fue mi culpa, ¿verdad?

— Sí, lo estamos.

— También que lo bueno es que están todos juntos y bien —asiente ante eso, sonriendo de lado—. Aunque creo que para mí lo más importante es que lo estés tú —Ira se lleva ambas manos al pecho, dejándose caer con dramatismo al suelo. Él ha contenido el aire sin querer ante dicha confesión—, ¿eso me vuelve una mala persona?

— Claro que no, porque si fuera así, todos aquí seríamos realmente malos —echa una ojeada sobre el hombro, encontrando a Sero y Todoroki en la cocina, el primero preparando comida para todos, el segundo observando al pelinegro como si quisiera devorarlo. Al ver sobre el otro hombro, encuentra a Midoriya y Uraraka, ambos platicando entre risas y sonrojos; vuelve su atención al frente, donde ve a Monoma acostado en el suelo usando el regazo de Shinso como almohada—. Cada uno de nosotros tiene una persona importante, alguien por quien haríamos lo que no nos crearíamos capaces.

— ¿Tú también?

— Sí, yo también.

— ¡Hey! ¡Ya está la comida! —el grito de Sero rompe el contacto visual del ángel y él, algo que se gana un gruñido por parte de Ira— Saben, sí voy a abrir un restaurante.

— Te iría maravilloso —dice Uraraka yendo al comedor, su mano sosteniendo firmemente la de Midoriya—, aunque debo recordarte que no sería nada higiénico coger sobre una mesa o barra.

— Oye, ya no soy ese tipo de hombre —el pelinegro coloca un trapo húmedo en medio de la mesa, colocando sobre este una olla llena de un burbujeante guiso que desprende un delicioso aroma—. Ahora Shoto será ese tipo de hombre, ¿verdad, amor? —el heterocromático se coloca tras de Sero, alza la mano y la deja caer en la nalga del pelinegro, el sonido del fuerte impacto hace a Eijiro pegar un salto de la impresión.

— Sí.

Responde sin más el heterocromático tomando asiento tranquilamente mientras que Sero parece haber ganado la lotería. Urakaka niega con la cabeza, riendo con una gran sonrisa y cuando Midoriya toma asiento, tira de ella para sentarla sobre el regazo. Él decide seguir ese ejemplo, toma lugar al frente del peliverde y extiende su mano hacia el pelirrojo, quien sin dudar la toma y le permite acercarlo, incluso lo deja ayudarlo para sentarlo en su regazo.

Su ángel está vistiendo esa sudadera blanca que lo ha mantenido hechizado desde que lo conoce y gracias a eso puede pasear la nariz entre aquellas dos marcas por las que surgen las maravillosas alas blancas. Quiere verlas otra vez, solo para saber que están bien. La imagen de la guadaña atravesando el pecho del pelirrojo sigue rondando en su cabeza y lo hace temblar; duda mucho que se pueda recuperar correctamente después de eso.

El Pecado de un Ángel (BakuShima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora