⚜13: Una celestial probada⚜

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<<Cógelo. Cógelo. Cógelo. Cógelo>> la constante demanda de Ira es molesta, pero se encuentra acostumbrado, sin embargo, no con la situación en la que se encuentra. Sostiene a Eijiro contra su cuerpo tomándolo de los muslos, sintiendo el sexo de este frotándose contra su abdomen y el que su caliente respiración caiga sobre el lateral de su cuello es... << Es cuestión de quitarnos las ropas y hundirnos en su caliente interior, ¡Hazlo ya!>>

La imagen que golpea su mente le hace dar un torpe paso. Se ve a él, de espaldas, sujetando a Eijiro por las desnudas nalgas mientras embiste contra el caliente interior; sintiendo los dedos del ángel clavarse en su piel, como si temiera perderlo. Ve sus blancas alas salir cuando alcanza el orgasmo, echando la cabeza hacia un lado perdido en el placer y él muerde esa piel expuesta, saboreando el sudor del buen sexo y sintiendo como lo llena. Puede escuchar como su semilla caer.

— ¿Soy muy pesado? —niega en respuesta ante la pregunta de Eijiro, reanudando su andar hacia el baño de aquella cabaña— ¿Seguro?

— Sí.

— ¿Por qué suenas raro?

— Estoy teniendo un problema con Ira, solo eso —Ira ronronea, temblando de placer ante la imagen, pero eso es extraño.

Normalmente responde con una carcajada después de algo semejante, pero ahora luce afectado. Es un enfermo.

Al llegar a la puerta, abre con un puntapié y cierra al entrar usando el talón; recorre con la mirada el baño, encontrándose con su reflejo en el espejo que yace sobre el lavamanos y el ver a Eijiro abrazado a él le hace sonreír, es tan clara su confianza hacia él que lo hace sentir digno, cosa que no es así porque todos los días su deseo hacia el pelirrojo aumenta.

El baño posee una tina grande y honda, elevada con patas de diseño garras de león y parecen estar bañadas en oro, por otro lado, en el techo hay cuatro rombos de cristal, los cuales permiten que los destellos de los rayos se cuelen en el pequeño cuarto y alumbre el interior. Hay muchas toallas, demasiadas, y un pequeño banco, tal vez para facilitar el acceso a la tina.

Hace una mueca, camina hacia el retrete y baja lentamente, sentando a Eijiro sobre este.

— Gracias por el viaje —dice Eijiro, arreglando el final de la camisa blanca.

— ¿Cómo no puedes tener frio? —pregunta, todavía de cuclillas y con las rodillas separadas, viendo desde abajo a Eijiro, quien sonríe de lado.

— Las temperaturas son todo un revuelo para los habitantes de la tierra, pero allá en los cielos es demasiado frio y esto —sujeta el final de la blanca prenda, estirándola un poco hacia el frente— es suficiente.

— O sea, te limpia y mantiene en temperatura.

— Es suficiente para mantenerme caliente, sí.

<< A nosotros también >>, suelta Ira y él sonríe sin poder evitarlo, << maldito cabrón >> << Niégalo >>. No, no se cree capaz de negar algo tan obvio.

— De acuerdo, chico caliente, pero debo secarte el cabello —Eijiro suelta una risilla y ante sus ojos, se retira la camisa dejando a Ira y a él sin aliento.

No esperaba menos de un cuerpo ectomorfo como lo es el de Eijiro, pues sus hombros elegantes y pequeña cintura son trampas para los ojos, una vez puesta la mirada en ellos no hay forma de desviarlas, por otro lado, está el cincelado pecho y el marcado abdominal, uno que posee seis relieves. Parece esculpido en marfil por los artesanos más destacados que han pisado la tierra.

La piel bronceada no hace más fácil la imagen de digerir.

Ira está salivando como nunca y parece estar teniendo problemas para respirar, igual que él, pero al menos no está echando espuma por la boca. Respira hondo, alza la mirada y se encuentra con Eijiro secándose el cabello con la camisa blanca, cada hebra rojiza estando seca en cuestión de segundos.

El Pecado de un Ángel (BakuShima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora