⚜7: Curiosa Muerte⚜

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Él solo se había ido por una hora y media, ¿y qué pasa cuando regresa? Bakugo tiene heridas en hombros y mano, Eijiro estaba hablando con unos paramédicos mientras había una mujer joven en camilla y un pelinegro vestido provocadoramente resulta ser el custodio de Lujuria.

¿Acaso se había golpeado en la cabeza? No, está seguro de que no. Hace cientos de años él recibió infinidad de golpes y ninguno le había provocado semejante contusión. Ve de reojo hacia el pelinegro, quien se presentó como Hanta Sero, y frunce el ceño al verlo sonreír radiante a una joven rubia que pasa a su lado izquierdo, ondeando la mano en despedida al igual que hace ella. ¿Alguna conocida? No sería la primera, desde que salieron de aquel callejón, no ha pasan ni cinco minutos para que alguien lo reconozca y salude, sin embargo, nadie se acerca ¿por qué?

Le resulta extraño; Hanta Sero luce en los labios una sonrisa la mayor parte del tiempo y la manera en la que viste deja en claro que no le importa llamar la atención, ¿por qué? ¿Acaso está bien con eso? Bakugo, Izuku y él evitan el contacto con los demás a pesar de manejar un bar y tener puestos en este que los obliga a tener contacto, ya que al ser inmortales pueden llegar a ser reconocidos por humanos que los conozcan de años atrás.

— ¿Soy tan hermoso que no puedes dejar de verme? —la pregunta realizada en tono coqueto y sarcástico lo hace poner en blanco los ojos, volviendo su atención al frente y cruzarse de brazos. Él no tendría por qué estar de guardaespaldas— Oye, era broma, ¿los soldados de Zeus no tienen sentido del humor o algo así?

— ¿"Soldados de Zeus"? —repite— ¿Sabes de nosotros?

— Sí, mi abuela fue quien me habló de ustedes.

— ¿Cómo sabía ella de nosotros?

— Esa historia debe de ser contada en mi casa con un café servido, es algo larga... como mi verga.

— ¿Perdón?

La risotada de Sero hace a unos transeúntes voltear a verlos, unos sonriendo divertidos por la risa del pelinegro y otros mirándolo con vergüenza, cosa que parece importarle muy poco al custodio de Lujuria, pues sigue riendo y él no lo entiende. ¿Por qué es así de despreocupado cuando carga con algo horrible y ha sido obligado a vivir así por quienes ni conocía?

No lo entiende, ¿qué los diferencia?

Hades, con su larga gabardina de cuero negro con interior de terciopelo color zafiro, cada paso que da hace del polvo levantarse un poco de humo debido a lo árido que es el suelo y a pesar de eso, las predas que el Dios usa lucen impecables. Al verlo detenerse, él hace lo mismo y se mantiene dos pasos atrás, observando la gran espalda del olímpico.

¿Delta, alguna vez has pensado en lo frio, siniestro y lúgubre que es este lugar? —la pregunta que realiza el Dios lo hace fruncir el ceño, voltea a ver a su alrededor y vuelve su atención al frente.

No, jamás lo había pensado.

Y ahora que lo has hecho, ¿no piensas que luce así?

No lo hago.

¿Es así? —el Dios lo ve sobre el hombro, sonriendo de lado— Qué triste criatura.

Ladea la cabeza ante eso, entrecerrando los ojos ante la acusación. ¿Él es una triste criatura? No podría ser así, no siente que lo sea, tampoco es que viva una mala vida ¿verdad? No hay nada de lo que pueda quejarse: tiene compañeros, vive en un templo acogedor que con solo pensar en qué quiere comer aparecerá en la gran mesa; no se enferma como lo humanos, tampoco debe de preocuparse porque un familiar perezca porque él no tiene familiares.

El Pecado de un Ángel (BakuShima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora