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Junkyu recordaba su vida de hace años atrás. Recordaba lo feliz que era con sus amigos, cuando asistía a la Universidad y los veía todos los días, cuando al llegar a casa un cálido abrazo lo esperaba por parte de sus padres. Recordaba cuando comenzaba su relación con Jihoon, lo feliz que era, todos los detalles que tenía con él y la manera tan linda en la que lo trataba.

Porque alguna vez Jihoon fue un príncipe con él. Alguna vez Jihoon fue el hombre perfecto, tal vez demasiado perfecto para ser real. Y recordaba las advertencias de su madre, todas las ocasiones en las que le había dicho que se alejara de él porque había algo que no le gustaba.

Ojalá la hubiera escuchado.

Ojalá nunca hubiera huido de casa.

Ojalá jamás lo hubiera conocido.

¿Dónde estaba el hombre tierno del que se enamoró?

¿Dónde estaba el príncipe que le juro darle las estrellas?

¿Dónde estaba su cuento de hadas? Porque esto era una maldita pesadilla que día a día se repetía.

Jihoon dejó de ser un príncipe para convertirse en un ogro. Cada beso que le dio lo devolvió con un golpe, y las flores que le daba sólo significaban una disculpa vacía.

— Sabes que esto es tu culpa. — decía, acariciando en su labio roto mientras con su otra mano limpiaba sus lágrimas. — Sabes que no puedes salir, mi amor. Lo hago por tu bien.

Junkyu asintió mirándolo a los ojos.

— Te amo, bonito.

— Ta-también... Te amo... Jihoon...

Jihoon tomó su rostro entre sus manos dejando un beso en sus labios.

— Traje algo para cenar, para disculparme por lo de esta mañana.

Junkyu se quedó sentado mientras su novio regresaba a la sala por las cosas que había comprado.

Regresó con un gran ramo de rosas en una mano y en la otra la cena en una bolsa de papel.

— Mira que te traje. Es para ti.

Junkyu tomó el ramo y formó una sonrisa mientras las olía.

Porque aún en lo más profundo de su corazón seguía creyendo que algún día Jihoon volvería a ser el mismo de antes.

— Son hermosas... Como siempre...

— ¿Me perdonas? Me descontrolé esta mañana. Sabes que yo no soy así.

— Si... Está bien, yo me lo busqué. No debí haber salido, debí quedarme en casa como tú me lo ordenaste.

Jihoon asintió con una sonrisa y acarició su mejilla con dulzura.

— Vamos a cenar. — dijo el mayor. — ¿Qué quieres que te sirva? Traje todo un menú para ti.

Junkyu observó la comida en la mesa y aunque tenía hambre por no haber comido nada desde hace dos días, sabía que no podía elegir lo que quería.

— Lo que tú quieras darme. — respondió sobando sus muñecas. — A mí me gustará.

— ¿Ves que es tan fácil hacer las cosas bien?

Jihoon tomó un plato y sirvió en el mismo una pequeña porción de ensalada, mucho menos arroz y dos pedazos de carne al final.

— Estás bajando de peso, eso me gusta. Odiaba ver tu maldito cuerpo obeso cada vez que te cogía.

— ¿Y ahora te gusto?

— Tal vez lo hagas. — respondió mirándolo de pies a cabeza. — Pero seguirás con la dieta que te di. Ahora come, y come tranquilo, recuerda que en los siguientes dos días no vas a comer nada. También limitaré tu consumo de agua, creo que estás tomando demasiada.

Junkyu asintió y espero a que Jihoon se sirviera y se sentara también para poder comer. Sabía que si no lo hacía, Jihoon podría enojarse.

— Ya puedes comer.

El otro asintió y empezó a comer lentamente, pues aún con lo relativamente poco que Jihoon le había dado para que comiera, no debía terminar toda la comida, debía evitar si quiera comerse la mitad de carne y sólo tenía permitido comer la mitad del arroz que le había servido.

Cuando terminaron de comer, Junkyu se dispuso a lavar los platos, siendo detenido en el acto por las manos de su novio que abrazaron su cintura por debajo de su ropa.

— Tengo que lavar los trastes... — dijo sintiendo los besos sobre su cuello.

— Sabes como odio que me digas que no. Tú eres mi novio y si me mató trabajando todo el día, lo mínimo que espero es poder tener un buen sexo con mi pareja.

— Lo siento... De verdad lo siento, no quise decirte que no. — susurró lleno de temor escuchando como Jihoon empezaba a sacarse el cinturón del pantalón. — Perdóname... Te lo suplico, perdóname...

Ni siquiera pudo terminar de hablar, cuando Jihoon comenzó a azotarlo con aquel cinturón.

Gritos de dolor comenzaron a escucharse, súplicas de piedad y perdón, mientras una gran sonrisa se formaba en los labios de quien provocaba ese sufrimiento.

— ¡¿Es que aún no lo entiendes?! — gritó tomándolo de su cabellera.

De repente lo tiró al suelo y se posicionó sobre él, empezando a romper su ropa mientras besaba su cuello.

Junkyu lloraba intentando quitárselo de encima, suplicandole que no lo hiciera de nuevo, que le dolía lo que le hacía.

— ¡Eres un omega, para lo único que sirves es para darme placer! ¡Ahora cállate maldita perra y abre tus piernas para mí!

Pero Junkyu no quería tener intimidad esa noche. Aún le dolía mucho lo de la noche anterior. Jihoon ni siquiera tuvo cuidado con él y ni siquiera se había molestado en usar protección.

Por otro lado, no era como que pudiera decidir sobre su propio cuerpo. Jihoon lo haría suyo por las buenas o por las malas.

Si, había una parte de él que aún creía que Jihoon cambiaría, pero no significaba que lo quisiera esperar para que lo hiciera. Claro que intentó irse muchas veces, pero al principio las falsas mentiras de Jihoon lo cegaron, después los chantajes donde llegó a decirle que si se iba él se mataría, después llegaron los insultos y culpas que siempre le decía para hacerlo sentir culpable, y el día en que nada de lo anterior funcionó, llegaron los golpes. Jihoon lo encerraba por días en un cuarto oscuro sin comida ni bebida.

Aún recordaba la primera vez que logró huir. Jihoon lo encontró sin buscarlo demasiado. Recordaba ese día en carne propia, pues lo había llevado al hospital después de encontrarlo. Jihoon le había roto 3 costillas y un brazo. Junkyu jamás intentó huir otra vez.

Y no importaba cuanto llorara o cuanto le suplicara que lo soltara. Le iría peor si se oponía a lo que Jihoon quería.

Y ya no sabía que hacer. Eso no era vida, cada día que pasaba sólo sobrevivía a una muerte segura que Jihoon podría cumplirle en cualquier momento. Cada día tenía menos esperanzas de que algún día volvería a ser el mismo de antes.

Cada día tenía menos esperanzas de que el cielo pudiera mandarle a alguien que lo rescatara.

Pero esta es tu vida, Junkyu.

Bienvenido al infierno en el que decidiste quedarte.

Bienvenido al lugar que tuviste tantas oportunidades de dejar, donde las pruebas eran claras y decidiste cerrar los ojos.

Lamento que esto haya tenido que ser así y que Dios te haya abandonado desde el primer golpe que te dio.

Lamento que llores todos los días suplicando por ayuda, que cada nuevo golpe deje una nueva marca en tu frágil piel.

— Te estás poniendo muy bien. — habló Jihoon tocando su piel desnuda. Junkyu suprimia sus sollozos contra una almohada y fingía estar dormido mientras su novio lo abrazaba. — Soy tan afortunado de tenerte. No sabes como te amo. Yo me moriría sin ti.

Por favor, que alguien escuche tus súplicas antes de que sea demasiado tarde.

Gone - [HaruKyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora