Un lugar para llorar

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— Buenos días. — saludó Jihoon antes de entrar a su camioneta.

Haruto levantó la mirada y le devolvió el saludo.

— Buen día. — respondió acercándose a la cerca.

Jihoon lo hizo también y saludó al otro chocando los cinco.

— ¿Está todo bien? — preguntó el más joven. — Hace días que no los veía salir de casa.

— Tuve vacaciones. — respondió estirándose un poco. — Y ya sabes... quería estar a solas con mi novio.

— Oh... entiendo... — dijo algo avergonzado con lo dicho. — Ayer fui a dejar las herramientas que pedí la semana pasada, pero nadie me abrió.

— Lo siento por eso. Nos la pasamos todo el día viendo la serie favorita de mi novio. Creo que no te escuchamos. Hoy estaré ocupado, pero puedes dármelas mañana, ahora voy de salida.

— De acuerdo. Iré mañana, entonces. — respondió.

Jihoon se despidió y regresó a su camioneta para irse al trabajo.

Haruto se quedó mientras leía la correspondencia de su buzón. Algunos recibos y un par de revistas. Nada relevante.

— No puedo creer que alguien como tú sea amigo de ese monstruo...

El japonés levantó la mirada, viendo a una anciana que se había acercado una vez que Jihoon se fue.

— Disculpe... ¿de qué está hablando? — preguntó confundido.

— Ten cuidado con ese monstruo... no sabes con quien te estás metiendo.

La mujer siguió su camino entonces, causándole un escalofrío al más joven.

Miró a aquella casa entonces, viendo por la ventana a un omega cocinando.

Jihoon era el jefe de la policía, ¿cómo podría siquiera pensar mal de él?


.

Terminó la cena justo a tiempo, y cuando lo hizo, se aseguró de servir la comida en los platos, poner copas para el vino que ya ellos traerían. En cuanto escuchó la camioneta de su novio, corrió escaleras arriba, no sin antes asegurarse de haber terminado y que todo estuviera impecable.

Entró al cuarto de su bebé inmediatamente, cerrando la puerta, pero no con llave, pues no tenía permitido hacer ese tipo de cosas.

Al entrar, sintió tanta paz, pero a la vez una gran nostalgia se formó en su pecho.

Aún recordaba las risitas de su bebé, y cómo olvidar sus pequeños lloriqueos cuando despertaba, cuando tenía hambre o cuando sólo quería un poco de atención.

Ni siquiera tenía nombre, así que no había ninguna descripción en su lugar en el cementerio, sólo el nombre de sus padres.

Recordaba cuando lo tuvo en brazos por primera vez y juró que con ese bebé ya lo tenía todo.

Ahora se sentía tan vacío.

Junkyu ya no podía tener hijos.

Los múltiples abusos de Jihoon y las incontables veces en las que lo lastimaba, le habían traído varias consecuencias, entre ellas, el arrebato de su mayor sueño.

Se acercó a un pequeño mueble, de donde sacó un suetercito, el primero que le puso después de que nació. Lo abrazaba mientras iba hacia la silla a sentarse.

— Tú eras todo lo que tenía... — susurró con una pequeña sonrisa. — Sin ti ya no me queda nada... pero no tengo a donde ir... si me voy, me va a encontrar... y tengo miedo de lo que me pueda hacer.

Gone - [HaruKyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora