7. Naranja como el otoño.

60.8K 4.2K 1K
                                    

April.

Me encuentro ordenando unas carpetas en la pequeña oficina del museo que usamos para tener nuestras pertenencias, en donde sólo se encuentra una mesa y un estante, junto con un ordenador, cuando Haley, la chica de la recepción aparece en mi campo de visión.

—Hay un hombre que está preguntando por ti allá fuera —me informa, y sé que tiene ganas de saber más, pero no hace ninguna pregunta.

Haley y yo hablamos muy poco, porque solo coincidimos cuando llegamos y cuando nos vamos. Y a pesar de que somos las únicas personas que están en sus veintes en el museo, no somos tan cercanas como para llamarnos amigas. Así que nos saludamos, y a veces intercambiamos una que otra opinión de alguna película, o de qué haremos el fin de semana, todo esto mientras almorzamos en el mini cafetín del segundo piso.

Verifico la hora en la pantalla de mi celular y observo que de hecho, Bastián llega unos diez minutos antes de lo acordado, por lo que no estoy preparada para verlo aún.

Rápido tomo mi bolsa, que por cierto es una de mis favoritas en mi armario. Tiene forma de fresa y va de lado, es simplemente preciosa. Aliso la tela de mi falda roja hasta un poco más arriba de la rodilla, y arreglo las mangas de mi camisa de mangas largas blanca.

—Nos vemos mañana, Haley, que tengas una bonita noche —murmuro más nerviosa de lo que me gustaría admitir.

—Igual, April. Oye, ¿me haría ver muy entrometida si pregunto por eso? —Una sonrisa curiosa se desliza por su rostro moreno, y procede a señalar hacia donde supongo que esta Bastián esperando por mi.

No puedo evitar reírme al ver su cara.

—No es lo que crees —aclaro de inmediato—. Pero te contaré.

Estoy un noventa y nueve por ciento segura de que debe estar pensando que tenemos algo, y hasta cierto punto es real, quiero decir, si fingir ser novios es ser algo, de pronto que sí. Pero, ¿algo real? Apenas y estaba empezando a ser parecido a una amistad.

Maldición. ¿Bastián se está volviendo mi amigo?

Hablo con él más de lo que lo hago con cualquier otra persona. Cuando no me irrita o viceversa, podemos tener un rato medio agradable, y de vez en cuando hacemos alguna broma.

Me doy cuenta de que estoy dándole demasiadas vueltas a algo que no tiene por qué ser sobrepensado, así que camino en dirección a Bastián y me despido de Haley con una sonrisa.

No me hace falta recorrer mucho para encontrarlo. Bastián está en el otro lado del salón, observando un cuadro enorme, el que ocupa casi toda una pared. Me acerco, y sé que sabe que estoy aquí por el sonido de mis tacones sobre el piso pulido y reluciente, sin embargo no se voltea.

—Fue traído desde Grecia —explico, ladeando la cabeza intentando encontrar algo que me gustara de él—. Es tan antiguo que nadie sabe el verdadero nombre del pintor, lo consiguieron en una playa, y decidieron llevarlo a un museo, no sé cómo se volvió tan famoso entre la gente amante del arte, pero a diario vienen mínimo treinta personas solo a ver este cuadro.

—Me parece increíble —musita, el sonido ronco revolviendo mis entrañas.

—¿En serio? —espeto, algo incrédula, mirándolo a los ojos por primera vez.

Su iris caramelizado me recibe, y pronto veo una pequeña sonrisa deslizándose por su rostro.

—No, April, no, me parece la cosa más horrorosa que he visto.

—¡Exacto! Es espantosa, es de hecho, la que está en el último lugar de la lista de obras que me gustan del museo —admito.

Sé que no sé nada sobre el arte, pero, ¿cómo puede considerarse algo como esto agradable o bonito? Es tan sólo trazos marrones y negros, con un gran señor en el centro, con ojos atormentados.

Un "pequeño" favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora