5. ¿En qué me metí?

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Bastián.

—A que no adivinas qué me contaron hoy —dice mi hermana menor, Lía.

Suspiro y me recuesto de la silla, mirando su rostro cubierto por una sonrisa de oreja a oreja, a través de la pantalla.

—¿Qué? —espeto sin genuino interés.

Amo a mi hermana y haría lo que fuera por ella, sin embargo, sus intereses son opuestos a los míos. No me importa la mierda de los chismes, en cambio, ella no puede vivir sin ellos.

—Estaba hablando con Kira, ya sabes que está de vacaciones allá —Se refiere a Toronto, en donde vivo—, y me contó de un gran café en donde hacen las mejores malteadas del país, podrás imaginar mi sorpresa cuando me dijo que te vio... con una chica.

Que me jodan.

¿Y sabes qué más me dijo?

Masajeo el tabique de mi nariz, y suelto el aliento. Mentalmente me preparo para lo que se avecina.

—No, Lía, por mucho que te cueste creerlo, no sé que te dijo tu amiga.

—Los vio entrando al baño, y salieron mucho después —Mueve sus cejas picaramente.

Luego hace una mueca digna de adolescente de dieciséis de años, que al final es lo que es.

—Lo que me llevó a preguntarme, ¿será que mi hermano está saliendo con alguien y no nos ha dicho? —Entrecierra sus ojos de tono ámbar, iguales a los míos—. Por eso te llamo, no creas que soy una chismosa ni nada de eso, solo me preocupo por ti.

Emito una carcajada.

—Lía, no creo que seas una chismosa; lo eres.

En vez de ofenderse por la verdad, mi hermana intenta esconder una sonrisa, fallando.

—No te vayas por la tangente, Bastián, mejor cuéntame todo —pide, tocando uno de sus rizos casi rubios y moviendo sus pies.

—¿Desde cuando usas términos tan matemáticos? Pensé que odiabas todo lo relacionado a ello.

Si tengo suerte puedo distraerla y así evitarme su interrogatorio. En serio, la chica es excelente obteniendo información.

—Oh, por supuesto que lo odio, solo que... —Deja de hablar, señalandome—. No me vas a distraer, te atrapé.

Me rindo e instantáneamente recuerdo la última vez que vi a April, hace unos pocos días. La cita había sido una de las situaciones más irritantes de mi vida, y por dentro sólo quería irme a casa, pero algo me lo impidió. Alguien. Pareció tan malo dejarla ahí sola, que no pude hacerlo. De modo que me quedé, soportando al cabrón de Tristán hablando, y siendo un completo imbécil.

Sé que el amor es difícil de entender, pero no me entra la cabeza que April esté enamorada de un tipo como ese.

Por otro lado me tomó desprevenido verla llorar, e incluso al haberme criado en una casa llena de chicas, no supe qué hacer o qué decir. Así que la abracé, pensando que podría ayudar. Dudo que lo haya hecho, y tampoco lo pregunté. En cuanto se durmió en mi pecho, me aseguré de que tuviera una manta en el sofá cubriéndola y me largué.

No la llamé ni le escribí, porque eso hacían las parejas reales. No las falsas. Y nosotros ni siquiera éramos amigos. Me cae bien la chica, pero es todo.

—Sí era yo, pero no es...

En la pantalla de la videollamada salen cuatro mujeres. Mis tres hermanas y mi madre. Lía suelta un sonido triunfal y veo como todas depositaban billetes en su mano.

—Se los dije, perdieron la apuesta —vocifera con felicidad, contando el dinero—. No te preocupes, Bas, ya me encargué de decirle a toda la familia, primos lejanos y todo eso.

—¿Tú hiciste qué? —replico, abriendo los ojos.

—Sí, te salvé de el infierno de tener que decirles a todos. ¿No soy la mejor hermana menor que existe?

No puede estar hablando en serio. Voy a...

—¿Cómo se enamoraron? —quiere saber Eliette, la que es cinco años mayor que Lía.

—Chicas, dejen que Bastián hable —Habla nuestra madre, Roseline, su voz desliza de manera elegante y un tanto ronca.

Su rostro parece de porcelana, sus ojos azules enmarcados por una montura verde aceitunado y una sonrisa cómplice.

—Tienes que presentarnosla, Bastián —asegura Eliette.

Luego está Simone, la que solo es un año menor que yo. Ahora está embarazada y en un mes se casa con un magnate francés. Parece ser feliz y eso me es suficiente, él parece ser un buen sujeto.

—Oh Dios mío, ¡acabo de tener una idea genial! —chilla Lía—. Tienes que traerla a la boda de Simone.

La mirada que me da ella se suaviza, estando de acuerdo.

—Sería muy importante para mí que ambos vinieran.

Trago. Simone nunca me ha pedido nada, nunca, no que la ayudara a atarse los zapatos o a alcanzar algo que estuviera muy alto. Ella siempre busca la manera de hacerlo por sí misma, sin querer molestar a nadie. Y soy consciente de que cuando me sucede algo, es la primera en estar para mi.

No puedo decirle que no. Tampoco a mi madre, que me observa con verdadera ilusión.

Mierda.

Sé que si les digo que es todo una mentira y que en realidad se trata de un favor que le hice a April, las desilusionaria, y prefiero ir al infierno antes que hacer eso.

Son las únicas personas que amo de verdad.

—Está bien —cedo, oyendo sus gritos emocionados.

—Estamos felices por ti, Bas —dice mamá, sonriente—. Estoy ansiosa por conocerla, apuesto que es una chica increíble.

—Adiós, hermano, de nada —Lía me guiña un ojo antes de finalizar la llamada.

Después de todo voy a tener que volver a ver a April, para pedirle algo a cambio por haberle hecho Un "pequeño" favor.

¿En qué jodido problema me había metido?

Un "pequeño" favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora