15. Dudas

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April.

Mientras sus labios siguen en los míos, lo recuerdo. Recuerdo de pronto la noche de mi cumpleaños, haber bebido un montón y haberme reído un montón con el camarero, y luego recuerdo haber visto a Bastián y recuerdo sobre todas las cosas: el beso.

Fue explosivo, hambriento, como si él fuera mi agua después de la sequía. Lleno de necesidad que no sabía que existía en mí.

Ahora, este beso no es como aquel. Es tentativo, pero seguro al mismo tiempo y maldita sea, estoy enloqueciendo al tenerlo tan cerca.

Y maldigo y sigo maldiciendo por las emociones en mi estómago, porque no deberían de estar ahí, y sin embargo, siguen aleteando.

Bastián y yo nos separamos y solo entonces me doy cuenta de que nuestros labios se juntaron solo cinco segundos como mucho. Siendo él el que rompió el contacto.

Sospecho lo que sucede, sospecho que incluso si él pensó que el beso en el bar fue de su agrado, quizás se debió a que era una desconocida y por ello pudo haberlo emocionado más. En cambio, este, cuando me conoce, solo fue con un solo fin: seguir fingiendo.

¿Incluso si no había nadie al que necesiten engañar?

La foto. Fue para la foto y porque sus hermanas deben seguir creyéndonos, y ese beso le da credibilidad a nuestra farsa, más que el tiempo que pasábamos juntos.

Sin demora me acerco a los señores que nos hicieron el favor de tomarnos la fotografía y les agradezco dándoles una sonrisa amable.

—Hacen una bonita pareja —dice la señora, curvando sus labios de tal forma que es evidente que piensa que somos lo más tierno.

Estoy a punto de contarle todo, sin importarme si es la primera vez que la veo y probablemente la última. Solo me falta un poco para soltar lo de que Bastián y yo solo nos estamos ayudando mutuamente, que no somos novios de verdad. Pero su rostro está tan lleno de ilusión que me destroza el corazón pensar en que podría destruir eso. Así que me callo y le agradezco, despidiéndome con un abrazo, porque siendo honesta es una anciana adorable. ¿Quién puede culparme?

Bastián también se despide, de una manera más sutil y menos efusiva.

—¿Tienes la foto? —pregunta, y su comportamiento y tono ha cambiado por completo.

Carraspeo, abriendo la galería de mi celular y encontrando las fotos de nosotros. Algo me pincha dentro de mi pecho, del lado izquierdo, viéndolas. A simple vista parecemos una pareja normal, feliz incluso, y pensar que todo es mentira me produce un sentimiento extraño. Agridulce. Medio ácido también.

Él la primera foto, a pesar de estar movida, estamos sonriendo. Mi sonrisa es enorme y mis mejillas se ven inmensas por el gesto, la suya es de boca cerrada y su cabello castaño, el marrón de sus ojos y sus pecas hacen el contraste perfecto para que se vea perfecto.

En la segunda estamos cara a cara, y sé que es cuando dijimos que necesitábamos una con un beso.

Y en la tercera nos estamos besando. Su mano en mi mejilla y yo de puntillas para alcanzarlo. En su rostro hay paz, en el mío hay nervios pero también una expresión parecida a la de felicidad.

—¿Crees que a Lía le guste? —replico, relamiendo mis labios y pestañeando con lentitud.

La voz de Bastián retumba en mi oreja, y de nuevo aparece esa electricidad abrumante. Por el amor de Dios.

—Sí. Se ve real.

—Muy real. Eso es bueno, significa que no estamos en cuerda floja —afirmo, asintiendo mientras guardo mi celular.

Un "pequeño" favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora