25. El ave sin alas.

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April.

Aún no puedo creer que haya dejado que Bastián me hiciera eso, y aún no puedo creer lo mucho que me encantó, lo que me fascinó siendo honesta y mientras estamos en nuestra carrera matutina, no puedo dejar de mirarlo y recordarlo arrodillado frente a mí y dándome el orgasmo más alucinante de la historia.

Bastián se mantiene a mi lado y cada vez que me detengo, me besa y así como así ya tengo ánimos para seguir trotando.

No me culpen, saben que si estuviesen en mi lugar, harían exactamente lo mismo, ¿a qué no?

El día comenzó siendo bueno, por el simple hecho de que desperté al lado de él, y algo dentro de mi de decía que hoy iba a ser uno de esos buenos días de los que casi nunca tenía, y estoy contenta por eso. Me siento más ligera, más dispuesta a hacer lo que sea, incluso luchar en una batalla contra hadas o con quien fuera, ya saben, ese tipo de cosas.

—Hoy siento que estuve mejor, ¿no lo crees? —le digo tirándome en el césped una vez terminamos.

—Sí, cada día lo haces mejor —comenta y hay un silencio—. April, sé que no quieres hablar de esto, pero...

—Por favor, no —le pido en un hilo de voz.

No quiero hablar sobre mi peso, no con él.

—Si lo que quieres es bajar de peso, aunque para mi estás que te cagas de buena, como ya te lo he dicho, hay formas sanas. Podemos hacer ejercicios y hay comida saludable.

—Lo sé, lo haré. Gracias —miento.

Si como saludable tardo en bajar de peso, al igual que si hago ejercicios. El proceso es más sano, pero lento y no quiero nada lento, quiero ser alguien diferente sin tener que esperar meses, y la única forma es el camino fácil aunque a algunos no les parezca el correcto.

No pienso volverme dependiente de vomitar luego de comer o de comer una sola vez al día, solo será mientras adelgazo, y luego podré comer sano y mantenerme.

Mentirosa.

Mentirosa.

Mentirosa.

No lo soy. No estoy mintiendo. Es la verdad.

Mentirosa.

Sacudo la cabeza y me fijo en las flores, buscando una distracción.

—April, puedes hablar conmigo —me recuerda—. De lo que quieras.

—Lo sé, solo no hay nada de que hablar, todo está bien —Le ofrezco una sonrisa que me cuesta esbozar.

Bastián no me cree, lo sé y tiene sentido porque no es la verdad. Lo supe cuando anoche tuve una pesadilla sobre subir de peso, sobre que todos se burlaban de mi como en el colegio, y que mi familia me gritaba y tiraba cosas. Me levanté sudada y feliz de no haber despertado a Bastián. Sus brazos me sirvieron de consuelo y solo de esa manera pude conciliar el sueño de nuevo.

Lentamente mi vida ha empezado a girar en torno a una sola cosa; mi peso. Tengo pesadillas con las calorías, todo el día estoy pensando en formas de poder bajar de peso más rápido y cada vez me siento peor por dentro. Si bien tengo los momentos buenos mientras estoy con Bastián, apenas estoy sola con mis pensamientos, todo se viene abajo y me cuesta tanto pero tantos levantarlo.

—¿Te fuiste porque no te gustaba este lugar? —le pregunto, sin imaginarme que a alguien pueda no gustarle esta mansión.

Todo acerca de ella es alucinante.

—No, me gusta. Tuve una buena infancia y adolescencia, pero si me quedaba aquí iba a tener que vivir bajo el peso de mi apellido y lo que significa. Mi padre me habría pedido que tomara las riendas de la compañía y no habría podido negarme. No quería esa vida, no quiero vivir sintiendo que tengo la obligación de algo que no es mi elección.

Un "pequeño" favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora