April.
Tuve que haberlo sabido. Mierda. Tuve que haber sabido.
Lo primero que noto al abrir mis ojos gracias la luz que fluye por mis ventanales es que ya amaneció, y que tengo un dolor de cabeza punzante.
Inmediatamente recuerdo los chupitos que me tomé. ¿Quizás fueron diez o quince? Aunque, ¿a quién engaño? En realidad perdí la cuenta.La noche anterior no me había importado que fuera miércoles, ni que tuviera que ir a trabajar en la mañana. Solo necesitaba un respiro para el desorden en el que me veía envuelta los últimos días, y la única buena opción fue irme a embriagarme. Había marcado a varios de mis amigos, pero ninguno estaba disponible, así que salí sin compañía. Lo cual me trae al presente.
Reprimiendo un quejido, me giro, y frunzo el ceño.
Mi pulso sale disparado, cada latido más acelerado que el anterior.
¿Qué hace un desconocido del otro lado de mi cama... sin ropa?
Me levanto de golpe, de repente muy despierta y siento como si mi corazón se quedara estático en mi interior. Maldita sea. Maldita sea. ¿Quién es ese? De inmediato levanto la sábana que me envuelve, y veo que solo llevo mi ropa interior. Maldita sea.
¿Qué hice?
Tuve sexo con un desconocido.
Por primera vez en toda mi vida.
Porque por lo general, el sexo es un tema complicado para mí, y haber olvidado eso y estar con alguien que apenas conozco, me provoca ganas de querer gritar. Gritar hasta quedarme sin voz.
Vuelvo a echarle un vistazo, y mi estómago se hunde al ver que sigue dormido. Y tengo que hacer un gran esfuerzo para poder tragar saliva.
¿Debo irme y esconderme hasta que se vaya? No, eso es inmaduro, por el amor de Dios, tengo veintitrés años, no puedo hacer eso. Entonces... ¿Muevo su hombro y le digo que tiene que irse? Sí, esa definitivamente es una buena opción.
Me enrollo más con la sábana, aunque si lo pienso bien no tiene sentido, porque si nos acostamos, no hay nada que no haya visto ya. De repente, el saber eso despierta el pánico en mi pecho, y siento mi garganta cerrarse. Sacudo la cabeza, consciente de que puedo preocuparme por eso luego, como por ejemplo; cuando él ya no esté en mi cama.
Me inclino y lo muevo con suavidad, tragando duro. Pero él no se despierta. No se mueve. ¿Por qué no lo hace?
—Tú... —lo llamo, hundiendo las cejas.
Por más que intento no puedo acordarme de su nombre. Hago un esfuerzo, de verdad, y recuerdo haber hablado con él en el bar, pensar que era demasiado atractivo, pero nada más, después de mi décimo chupito todo es nebuloso.
Lo muevo otra vez y lo que recibo es un quejido ronco y adormilado. Me pongo de rodillas a su lado, empujándolo con ambas manos. Entonces veo cómo su cuerpo empieza a girar, boca arriba.
—¿Qué hora es? —murmura por lo bajo y se tapa la cara con una almohada.
—Hora de que te vayas —respondo, relamiendo mis labios.
—Estoy cómodo —musita, sin moverse.
—No importa, también puedes estar cómodo en tu cama —le recuerdo, sintiendo la sangre subir a mi cuello.
—No quiero moverme —farfulla—. Dame cinco minutos más.
—No, no y no —niego.
Miro la hora en el reloj de mi mesita de noche, y suelto una palabrota.
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Un "pequeño" favor
RomanceApril necesita un favor, Bastián es el único que puede ayudarla. Solo deben fingir. Eso es todo. Fingir delante de los demás, especialmente frente a su familia, que creen que ellos están juntos. Una farsa temporal. Solo eso. Pero, ¿y si termina s...