Capítulo 89

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Pasaron varios minutos y nos vestimos, nos acostamos de nuevo y cuando volvimos a abrir los ojos ya habían pasado varias horas, un poco de luz entraba por un pequeño espacio que estaba descubierto en las cortinas de las ventanas.

Ambos nos miramos un poco preocupados y nos levantamos de la cama. Teníamos un fuerte dolor de cabeza, quería morirme en ese instante, arrancarme la cabeza.

—Pediré unas pastillas y unas cosas para el guayabo. ¿Estás muy mal?. —Preguntó acariciando mi cabeza

—Mucho, quiero arrancarme la cabeza, no suelo beber mucho alcohol.

—Ni yo, por esta razón no me gusta el trago.

Salimos de la habitación y había demasiada luz, encandelilló nuestros ojos, saqué el teléfono y vi que eran las 6 de la mañana, maldito sol de mierda.

Al parecer todos seguían durmiendo, por lo menos no habíamos dejado tan desordenada la sala, no habría que limpiar mucho y eso en cierto modo me alegraba.

Me senté en el comedor que quedaba cerca de la cocina, no sabía cómo pero Cristian estaba preparando algo para comer. Digo que no sabía cómo porque nos estaba doliendo la cabeza, y yo no podría hacerlo en lo absoluto.
Me recosté en el comedor y cerré mis ojos por unos instante, que se convirtieron en varios minutos, que diga varios, demasiados.

Un olor a carne entró por mis fosas nasales y me desperté de inmediato, abrir mis ojos y Cristian había servido un caldo de carne con huevo, se veía delicioso, y al parecer había hecho una hollada para todos.

—¿De donde sacaste la carne?, vi que de la nevera sólo sacaste las verduras y todo lo demás. —Tenía mucha intriga

—La pedí a domicilio, también pedí los huevos y las pastillas para el dolor y el guayabo. —Puso un vaso de jugo con hielo y al lado unas pequeñas pastillas —Primero las pastillas, señorita. Me tomé las mías y me siento mucho mejor. —Se sentó a mi lado

Asentí y de inmediato me tomé las pastillas con el jugo, quería que se me pasara el dolor lo más rápido posible. Llevé una cucharada de sopa a mi boca y mis ojos brillaron, no soy de las personas que son amantes a las sopas o a los caldos, al contrario, los odiaba, no me gustaban para nada, pero esta había quedado deliciosa, así que me la tomé toda rápidamente.

Me recosté de nuevo en la mesa, mientras Cristian acariciaba mi rostro. Escuché que alguien estaba bajando las escaleras y me giré para ver hacía la puerta.

—Buenos días. —Sonrió una de las invitadas que había traído Angela

—Buenos días. —Cristian y yo dijimos en unísono

—Huele delicioso... ¿Puedo tomar un poco?, tengo una resaca horrible. —Comentó. se te nota en la cara niña

—No hay problema, hice lo suficiente para todos. —Respondió Cristian

—Como puede ser, que el que estaba cumpliendo años se levantó e hizo un potente caldo para la resaca de todos. —Lo miró y le sonrió ampliamente mientras se sentaba frente a él

¿Por qué todas las mujeres que lograba conocer, se sentían atraídas por Cristian?, o sea, sabía perfectamente que era un papasito, sexy y atractivo, pero por lo menos podían disimularlo.

—Supongo que es lo que haces por los amigos. —Levantó el vaso y tomó jugo —Además, no bebí tanto como los demás.

Volví y me recosté en la mesa, si, porque me sentía cansada, aunque se me estaba pasando el dolor de cabeza.

Ella seguía mirándolo mientras se tomaba el caldo, su mirada era pícara, y de vez en cuando le tiraba sonrisitas a Cristian, quien sólo se dedicaba a estar serio todo el tiempo, de vez en cuando mirándome a mi.

¿Mejores Amigos o Más?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora