The last witches: la cueva de los gritos

Capítulo cuatro: El valle de la calma

Los rostros de los árboles eran horrendos, estaban tallados de una forma muy tétrica, tenían una mirada profunda y vacía, el viento hacía un ruido espantoso que daba un aire deprimente, de repente, April sintió como su autoestima bajaba dentro de sí, todo lo que decía eran cosas negativas e hirientes hacia su persona; como si su alma estuviera totalmente deprimida, un sentimiento de impotencia la invadió.

—N... no podremos salir de aquí —dijo April —quisiera tener algo ahora mismo para evitar este sentimiento.

El aire resoplaba con más fuerza, todo se ensombrecía alrededor, su visión se nublaba, April podía escuchar pequeños susurros, que le decían que todo era su culpa, estos se repetían en su mente sin parar, la hermana menor estrelló su cabeza contra uno de los árboles, con la esperanza de dejar de escuchar aquella voz; pero no hubo ningún cambio, pareció empeorar pues ahora los susurros eran más estridentes.

—¿No eres demasiado joven para intentar suicidarte? —dijo una voz áspera, April volteó a ver en todas las direcciones posibles, pero no había nada, ella acabó tropezando con el tronco de un gloom tree que había sido talado y que tenía un hacha encajada en él.

—¿Quién eres? —preguntó April, quien camina muy despacio y hacia atrás, intimidada con aquello que estaba frente a ella, de repente, unos ojos completamente blancos hicieron presencia —¿Un fantasma?

—Somos todo, y somos la nada —dijo aquella cosa sin apariencia física, fuera de aquellos ojos —somos la oscuridad pura de este mundo, nacimos del odio de la gente... somos los opaque.

—¿Somos? —dijo April, con más miedo, de repente, más ojos similares surgieron.

—Este bosque es nuestro nido, todos los que estamos aquí somos crías, nuestra falta de aspecto físico fuera de los ojos lo delata, no somos tan poderosos como los adultos, pero no evita que no podamos torturarte mentalmente. —dijo el opaque, quien ríe descaradamente

—Inténtenlo —dijo April, intentando tener confianza —no tengo ningún recuerdo triste.

—¿Eso crees? —dijo el opaque, que empieza a reír —deja de hacerte la valiente y déjanos recordarte aquella vida que dejaste atrás, cuando te encerraron en ese mausoleo.

Entonces, los viejos recuerdos de su vida en el orfanato volvían, ella recordó como la habían botado dentro del mausoleo, como si fuera una muñeca de la cual se podía deshacer fácilmente, April aún no sabía caminar así que le limitó a escuchar desde su pequeña prisión.

—Esta menos que cuerda, no podemos dejar que se quede dentro del orfanato —dijo una de las abuelas, quien tiene entre manos el cadáver de un gorrión, este tenía una expresión sin vida y con sangre brotando del pico.

—No podemos matarla, incluso después de que la bautizáramos sigue matando animales... ella no tiene la culpa de haber sido poseída por un ente de las tinieblas —dijo otra de las abuelas.

—Lo mejor será que nos vayamos a dormir y mañana contactaremos con un padre para que exorcice a esta niña —dijo la tercera abuela, quien se aleja junto a las otras dos.

Varios padres y exorcistas visitaron el mausoleo esos días, ninguno logró nada, eventualmente, las abuelas se rindieron y dejaron a April ahí, en ese tiempo tenía ocho meses y pasaba la mayor parte del día intentando dormir, sin éxito alguno, la otra parte se la pasaba pensando en crear cosas para salir, cuando la dejaban salir al baño, esta aprovechaba para llevarse algunas cosas para aprender a usarlas, grapas, lápices, hojas de papel, hasta un imán fueron los objetos que la hermana menor pudo traer al mausoleo, ella siempre había tenido una mente muy curiosa e inventiva y siempre le gustaba aprender cosas nuevas, era una cosa que tenía en común con Snowy, pero siempre se lo ocultaba pues no quería hacerla sentir mal, ahora, que estaba privada de su libertad, ella tenía que empezar a descubrir todo por sí misma, incluso tuvo que aprender a caminar por su cuenta.