The last witches: la cueva de los gritos

Capítulo diez: Armas

 —No puede ser... —dijo Mackenzie, quien recodó como hace seis meses su hermana menor había asesinado a alguien que estaba aliado con Regulus —pero... ¿Cómo es posible?

—La magia del tipo dominio, se conoce a muy pocos usuarios de esta magia, pero quienes han sido víctimas de ella recuerdan que sintieron como si alguien moviera unos hilos dentro de su mente y su cuerpo empezó a comportarse de una manera rara, algo que ellos no podían controlar pero tampoco podían dejar de hacer —. Explicó la muerte —y me temo que tu hermana fue controlada por alguien que posee una gran habilidad dentro de ese grupo

—Entonces April no tuvo del todo la culpa... —dio Mackenzie, la muerte gira su guadaña con velocidad.

—Tu hermana no es una asesina nata, pero dentro de ella tiene un poder destructivo que muchos anhelan, así que te quisiera pedir que cuides tan bien de April como lo has hecho hasta ahora. —dijo la muerte, Mackenzie asiente.

Justo en ese momento April bosteza, señal de que estaba despierta, unos segundos después abrió la puerta, se le veía algo adormilada, pero saludó a Mackenzie y a la muerte sin problemas.

—Buenos días... Mackenzie, señor o señora muerte —dijo April, mientras bostezaba.

—Parece que ya amaneció —dijo la muerte, Mackenzie se levanta y toma de la mano a April.

—Bueno señor o señora muerte, en unos minutos nos iremos de aquí —dijo Mackenzie, —¿Cree que pueda transportarnos a la tierra de los sueños?

—¿Crees que soy dios o algo parecido? —dijo la muerte que al ver que Mackenzie no se rio, sino dio un bufido. —sí, puedo hacerlo.

—¿Tengo que pagarle con algo? —preguntó Mackenzie, la muerte lo pensó un poco.

—Tuvimos una conversación muy interesante, así que no te daré ningún precio por esta ocasión —dijo la muerte, Mackenzie asintió, cerró la puerta de la camioneta para alistar sus cosas.

—¿Entonces vamos a la tierra de los sueños? —preguntó April.

—Así es, la muerte nos llevará allá sin costo por esta ocasión, una vez consigamos suficiente arena del sueño para al menos cinco años encontraremos la forma de regresar a casa —explicó Mackenzie —como no podremos predecir donde terminaremos una vez salgamos intentaremos encontrar algún punto de referencia o alguien que nos diga como regresar.

—Mackenzie, el plan no me convence —dijo April con honestidad.

—Lo sé, es un plan muy estúpido pero ¿Qué otra opción tenemos? No podemos fiarnos de una brújula o mapa en caso de que terminemos en las tierras lejanas —dijo Mackenzie.

—Bueno, no lo sabremos hasta que lleguemos —dijo April con emoción, estaba pensando en la nueva aventura que las esperaba.

—Bien, ¿Ya tienes todo lo necesario en tu mochila? —. Preguntó Mackenzie, April asintió —entonces salgamos y que pase lo que tenga que pasar.

April tomó la mano de su hermana mayor y amabas se dirigieron hacia donde se solía encontrar la muerte, ambas niñas se acercaron lentamente hacia él o ella.

—Bien, las llevaré a la tierra de los sueños... pero déjenme aclararles que el viaje puede dar ciertos malestares, no me haré responsable de ello —dijo la muerte, ambas hermanas accedieron con la cabeza y sin darse cuenta, habían abandonado el inframundo y estaban en otro sitio.

—Así que esta es la tierra de los sueños —dijo April quien no podía creer lo que veía tan cerca de ella.

—Ahora escucha April, no quiero que te separes de mí en lo más mínimo ¿Entendido? —dijo Mackenzie en tono serio, April asintió sin saber por qué el tono.