Capítulo siete: Luciérnagas

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Mackenzie y April nunca creyeron que hubiesen pasado dos días durmiendo, la primera que despertaría sería Mackenzie, quien despertó con mucha sed, por el hecho de no haber bebido desde hace más de dos días, tomó el termo de April y bebió lo que le quedaba, luego procedió a levantar a su hermana menor.

—April... —dijo Mackenzie, con un tono suave y melodioso. La hermana menor empezó tallar sus ojos, tal y como lo hacía todas las mañanas tras finalizar el efecto de la arena del sueño.

—¿Qué pasa? —dijo April, intentando parecer completamente despierta, cerró los ojos por un segundo, pero los abrió abruptamente un segundo después al ver de nuevo su pesadilla de siempre.

—Parece que estuvimos dormidas por un largo tiempo —dijo Mackenzie, mirando al cielo, —me sorprende que tú también hayas podido dormir muy bien con la poca arena del sueño que te quedaba.

—Rick —dijo April, quien siente mucha sed, Mackenzie suelta una risita, mientras ella le entrega su sombrero, el cual la hermana menor había dejado tirado, y que Mackenzie limpió para ella.

—No tienes que ocultarme que sabes hablar con fluidez —dijo Mackenzie, quien se aleja un poco de donde se encontraba April, esta última se apresura a seguirla.

—¿Cuándo? —dijo April, quien no pudo continuar la frase debido a la sed, entonces la hermana menor vio a donde habían llegado, era un pequeño estanque, de por lo menos un metro de profundidad.

—Desde antes de adentrarnos al bosque, hablabas con fluidez conmigo, como si quisieras que alguien te lo hiciera notar —dijo Mackenzie, quien mete el termo de April en el estanque —puedes descansar bajo la sombra si quieres, yo buscaré leña para poder crear una fogata y así poder purificar el agua.

—Bien —dijo April, quien se recuesta a un lado del estanque, con una sonrisa en su rostro, lo peor había pasado y ambas se encontraban bien, una mariposa se posó sobre su dedo y la hermana menor intentó atraparla, entonces apareció.

Era una luciérnaga casi tan grande como un chihuahua, quien procedió a comerse a la mariposa de un bocado frente a la mirada insólita de April, quien pasó de estar alegre a un extraño enfado, por lo que empezó a perseguir a aquel bicho, diez minutos fueron suficientes para que la hermana menor tuviera aprisionada a la criatura; la cual intentaba zafarse de cualquier manera.

—Si la escupes, no te haré daño y dejaré libre —dijo April, quien aprieta más fuerte a la luciérnaga para hacerla regurgitar a la mariposa, pero lo único que salieron fueron dos pedazos de un ala, April puso una sonrisa torcida, y su ojo se prendió en llamas. —Así que... preferiste saciar tu hambre que vivir ¿No?

Entonces April estranguló a la luciérnaga con relativa facilidad, la hermana menor empezó a correr lo más rápido que podía hacia Mackenzie, aún con el cadáver de su víctima en los brazos.

—¿Esto se puede comer? —. Preguntó April, alzando la luciérnaga, para en unos segundos caer al suelo por el peso, ella se asustó al instante y empezó a forcejear —quítamela, quítamela, quítamela.

—Una cría de luciérnaga gigante, en todos los reinos son considerados plagas ya que se comen a las pocas especies de polinizadores que sobreviven bajo tierra, supongo que la podemos comer, siempre y cuando no sea la parte que se ilumina —comentó Mackenzie, quien ve como su hermana menor seguía aterrada, intentando quitarse el cadáver de la luciérnaga —no sabía que también te aterraran los cadáveres de insectos.

—No es eso, es que el olor que desprende una vez muerto es insoportable —dijo April, quien es ayudada por Mackenzie para quitarse a la luciérnaga de encima.

—El agua ya está casi lista, ¿Te gustaría ir por ramas para cocinar lo que cazaste? —dijo Mackenzie, quien le sonríe a April.

Mientras la hermana menor se alejaba poco a poco, Mackenzie se sentó, mientras la brisa del valle de la calma surcaba tranquilamente, ella empezó a recordar lo duro que fue para ella tener que hacerse cargo de sus tres hermanas menores.

The last witches: la cueva de los gritos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora