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Era muy extraño, demasiado tal vez

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Era muy extraño, demasiado tal vez.

Todo era normal, como cada día de mi vida, era tranquilo y hasta podía atreverme a decir, aburrido. Mis oídos ya acostumbrados de la voz que el viejo profesor de lenguas antiguas poseía hacía que mi atención se enfocase en cualquier otra cosa que no sea él como decirle a tu sirviente que tal cosa no era así en un idioma ajeno a la actualidad.

Mi silenciosa súplica no duró mucho. La puerta fue azotada y un trabajador del castillo irrumpió en la sala. Para mis días tranquilos, aquel acto era hasta sorprendente para mí, por lo que rápido llegué a la conclusión de que algo no iba bien. No si una de mis clases era interrumpida.

Mi padre, el rey.

El mismísimo hombre que lideraba a todos los osos que habitaban en aquella zona, el monarca. El que nunca, ni por si acaso, me había dejado faltar a una de sus clases. Me estaba llamando a una audiencia aun a sabiendas que yo estudiaba.

Aquello era una señal de desastre.

Curioso, pero a la vez temeroso me comencé a caminar hacia donde debería estar, la sala del trono. Aquel sitio era el único lugar de todo el pueblo que estaba en lo más alto. Llegar hasta allí si o si requería subir unas interminables escaleras que comenzaban desde el centro de la plaza.

Al menos, a medio camino se conectaba su casa por lo que no tenía que darse el viaje completo.

El continente de Jiuon había existido hace milenios, su nacimiento y creación está más mucho allá de lo preconcebido y está alejado de la mano del que lo quiera poseer por completo. Donde la justicia se rige en el ojo por ojo, con sus sagrados dioses encargados de preestablecer el orden moral y lo que sea que existiese mucho más allá de nuestro propio conocimiento. Es el continente más rico en minerales y especies. Dividido en distintas zonas donde en cada una se halla cada civilización correspondiente a las razas antiguas, que juntas crearon aquel territorio.

Ahora en la actualidad, las tierras se han ido modernizando. Surgieron guerras y alianzas, creando así a monarcas absolutos poseedores de la sangre real de cada tribu antigua.

Yo mismo pertenecía a este último grupo.

Mi tribu era una de las más avanzadas en cuanto a civilización se dice. Algunos nos califican como engreídos por nuestra soberbia y autoestima, más no me importa un pepino.

Pertenecía a la gran tribu de los osos, más en concreto al linaje real de los osos polares. Raza única por su distinguido color y superior a la del oso normal.

Mi padre, el rey Yong-Sun, era el último monarca en la línea de sucesión, el cual lo seguiría mi hermano mayor, Min-Joon. Yo era consciente, sabía que nunca iba a poder superarlo, el chico siempre fue más que yo en todos los aspectos. Había nacido como el cachorro más grande de todos y siempre fue el mejor. A diferencia de mí que en el nacimiento me habían confundido con una hembra por mi delgado y pequeño tamaño.

Wolf a BearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora