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No supe en qué momento ya estábamos enredados entre las sábanas, su cuerpo debajo del mío me incitaba a la falta de control sobre mí mismo

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No supe en qué momento ya estábamos enredados entre las sábanas, su cuerpo debajo del mío me incitaba a la falta de control sobre mí mismo. Mis manos corrían ansiosas sobre su cuerpo y cada cuanto nuestra respiración se mezclaba entre besos húmedos, lascivos.


Al final de cuentas mi celo me había superado a la desesperación, había tomado las riendas del asunto y como no encontré resistencia por parte del otro continué.


Sus piernas me rodeaban fuertes y firmes. Mi lobo se regocijaba en cuanto yo hundía mis dientes caninos sobre distintas zonas de la piel del otro alfa. Quería probar cada centímetro de él más mi poca paciencia y adrenalina me instaba a devorarlo al instante.


Con calor busqué desesperado a la mirada ajena, necesitaba ver que todo lo que hacía estaba bien, cuando al fin nos encontramos Min-Joon sonrió, parecía agitado y entre tanto sudor la imagen me hizo sentir sensaciones tan desconocidas para mí que por un momento quedé estático en mi lugar. Mi lobo aulló.


Supuse que aquel gesto era el detonante para que yo continuase, ya que minutos antes me había concentrado en llevar mis manos a aquel tal lugar tan explicito, al ser un alfa su cuerpo no estaba tan preparado como lo sería un omega, por lo que era muy importante ser cuidadosos.


A pesar de que me moría de ganas de hundirme en él.


—Oye...— Llamé enterrando mi rostro en su cuello, mi voz temblaba— No puedo aguantar más.


El de cabellos castaños me abrazó, parecía algo tenso, pero aun así lo sentí asentir y yo no esperé más. Con mis manos fuertemente sujetas en sus caderas yo me adentré en él, poco a poco sintiendo como sus paredes me apretaban fuerte, caliente.


Lo escuchaba soltar un sonido agudo, casi ahogado como un gemido que fue interrumpido por la falta de aire. Mi estómago se revolvía en nervios, adrenalina corría por mis venas. Para evitar soltar un sonido lo suficientemente vergonzoso yo mordí parte de su cuello, dejando un leve rastro de saliva y sangre.


Sus quejidos me instaban a continuar por lo que al momento de haber penetrado por completo yo casi de inmediato me moví, lento y profundo sentía como sus uñas se clavaban en mi espalda. Ardía más no me importaba en absoluto.


Cada vez más mis sentidos se agudizaban y sentía esa sensación tan exquisita, como un vicio, como droga me hacía querer cada vez más, era casi pecado no moverme con más dureza y velocidad.


En algún momento yo me había erguido para verlo todo desde una posición más alta, a pesar de haber sentido el desgarre de sus uñas a abandonar mi espalda. Su rostro que estaba al descubierto, su mirada cristalina que me buscaba con desespero, el sudor y la saliva que corría de un costado de su boca, sentía que toda aquella imagen me inyectaba por completo el éxtasis.

Wolf a BearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora