Wolf a Bear

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Lo que pasó después de aquello fue corto, en resumidas palabras Hyunjin y yo hicimos por primera vez el amor.

Era una sensación hermosa, muy distinto a las anteriores veces donde nosotros solo teníamos sexo salvaje, como animales. Ahora fuimos humanos, con emociones y sentimientos donde amábamos al otro, no había duda, no sé en qué momento pasó. En tan solo unas cuantas semanas ya me había enamorado perdidamente de este hombre, de un matrimonio donde no había lugar para el amor, era estúpido e ilógico, pero yo, una parte de ese falso matrimonio lo amaba, tanto que no podría volver atrás en el tiempo y hacer mi vida con otro. Era algo que en mi cabeza estaba bloqueado.

Los besos y caricias de aquel hombre se marcaron a fuego de memoria sobre mi cuerpo, yo lo recibía gustoso y me complementaba con él. Siempre tan atento y cariñoso conmigo, que era tan brusco y directo.

El sexo no podía compararse con hacer el amor. Eran dos cosas muy distintas que marcaban una diferencia muy abismal la una con la otra. No hacía falta ni sensualismo ni dureza, esta acción solo requería una cosa, que a su vez era muy importante, bastaba con que los dos cuerpos se amasen y con ello alcanzarían la felicidad suprema.

Aparte de aquello, nosotros dos tuvimos una gran y larga charla, sobre nuestra relación y lo que sentíamos, qué haríamos a partir de ese momento y que pasaría con el termino de matrimonio falso, porque ya no lo era, yo era el esposo para toda la eternidad de Hyunjin, puesto que iba a proteger con mi vida si era posible.

El tímido hombre que se veía como el alfa más feroz de toda Jiuon, el más valiente y poderoso me contó todo sobre sus sentimientos aquella noche, me habló sobre sus miedos e inseguridades mientras yo lo reconfortaba en mis brazos. El astuto hombre que nunca amó de pronto se halló en un mar de sentimientos hacia mí, eso me decía él. Que cuando yo llegué a su vida, él se ahogó, se ahogó en un sinfín de cosas nuevas que jamás había sentido por alguien.

Eso le hizo actuar como lo había hecho.

Yo también me sinceré ese día, le conté todo sobre mi, lo que pensaba y qué sentía respecto a él. Podría ser muy intenso y que jamás lo dejaría de amar, aun así el hombre no me rechazó, solo sonrió y dijo que tomaba responsabilidad de ello. Que siempre estaría para mí.

Desde ese momento nos convertimos en amantes, donde nuestro matrimonio arreglado dejaba de serlo y se convertía en uno real, con verdadero amor.

Y así, tan efímero como solo podía haber sido tres semanas pasaron.