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Cuando el instinto animal fue apaciguándose con el tiempo era demasiado tarde para averiguar que habíamos pasado dos días enteros encerrados en la habitación

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Cuando el instinto animal fue apaciguándose con el tiempo era demasiado tarde para averiguar que habíamos pasado dos días enteros encerrados en la habitación. En el momento en el que habíamos creado nuestro lazo se formó una explosión de emociones imparables, como animales nos mantuvimos teniendo sexo hasta quedarnos dormidos. El único descanso era cuando se formaba el nudo del alfa.


Con el cuerpo como si me hubiesen molido a palos me levanté. A un lado de la cama estaba Hyunjin que dormía pesado, me estaba dando la espalda así que solo podía ver las grandes marcas que yo mismo le dejé, se veía un poco doloroso. Su pelo estaba hecho un desastre, y de seguro el mío estaba igual o peor.


Caminé sintiendo un leve dolor en mi espalda baja, mis pasos eran de plomo, lentos como ninguno, llegué al baño. Allí pude ver en el gran espejo mi cuerpo desnudo.


Las marcas rojas que lo recorrían desde el cuello por toda la extensión del pecho llegaban hasta las caderas. El hombre me había mordido como quisiera. Suspiré avergonzado, mis mejillas ardían.


Con pereza me metí a la gran tina que comenzaba a llenarse con agua, el contacto con la fría temperatura me hizo estremecer, pero en cuanto ya estaba adentro por completo me relajé, no sabía cuánto necesitaba esto hasta que me zambullí entero y así mojar mi cabello.


Cuando volví a la superficie sentí una segunda presencia.


Me giré algo alarmado a pesar de la reciente familiaridad con el lazo que mantenía con él.


Era Hyunjin, quien al igual que yo se miraba las marcas de lo que fue nuestra unión.


Aparté la vista cuando el me vio a través del espejo. —Lo siento —Murmuré bajo. —¿Duelen?


El alfa quien sonrió negó con un gesto de la cabeza y sin decir nada se metió a la tina frente a mí. Era grande ni más ni menos, era una habitación de palacio, el agua rebalsó un poco por los extremos. Y nuestras piernas se tocaron.


—No duelen— Respondió.


Yo asentí y con los recuerdos intactos en mi mente lo miré. —Tenemos que hablar.


Yo empecé mientras él asentía serio, era más que obvio que algo pasaba y yo ya no estaba seguro de mis sentimientos. Serio abrí la boca —Yo sé que esto es la realidad, que esto es un matrimonio sin amor, pero... —Mi corazón palpitaba furioso, y los nervios me carcomían entero— ...Yo ya no puedo asegurar que no pueda amarte.

Wolf a BearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora