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E P I L O G O

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E P I L O G O

Las notas danzaban, los clásicos instrumentos en la obra cantaban mientras todo el mundo comenzaba a moverse por cuenta propia y conveniencia. Las formalidades terminaron y los bailes de salón comenzaron.

La familia imperial se sentó, cada miembro de ésta en su trono. Con los emperadores en las enormes sillas de un material que no valía la pana nombrar.

Cada uno de ellos brillaban como el sol mismo.

Tan pronto como sentí el cómodo respaldar del trono contra mi espalda, las presentaciones llegaron. Millares de nobles y aristócratas se apresuraban en saludar y reverenciar a los dos soles.

Hyunjin fue instruido previamente para este tipo de eventos más yo podía notar su leve incomodidad.

Ver como alguien que se arrodilla ante ti por pura conveniencia, tal vez por un acto sumiso prefabricado y no por el sumo respeto o el verdadero sentir que conlleva esta acción puede que, a un hombre como él, no le termine de sentir tan bien.

Hyunjin siempre será el ser humano más complejo para mí, jamás lograré por entender todo lo que tiene que pasar por su cabeza, ni su razón de ser. Era alguien muy especial.

Y entre mi debate mental, donde no me percaté de mi entorno unas voces muy familiares me hizo reaccionar.

— Lo veo y no lo creo, ¡Eres tú!

Yo dirigí mi mirada hasta el autor de esa voz, causando que una amplia sonrisa se me marcase en la cara.

—¡Jisung!

Apenas yo me levanté para recibir a mi amigo como corresponde, éste dobló las piernas y se arrodilló ante mí, causando que me detuviera en seco. Recordando que el elfo había estado aprendiendo fervientemente con la tigresa más aterradora del reino.

Se había vuelto un chico bastante educado. A pesar de que el castaño nunca perdió el brillo maternal que siempre solía traer consigo.

—El futuro gobernante del reino de Ilgda saluda al gran sol de Jiuon, el emperador Felix.

Yo le miré acatando el protocolo y apenas el rígido saludo acabó con el alzar del medio elfo yo avancé hasta él y lo estreché entre mis brazos.

Emperador y gobernante, aun así, nosotros más allá de eso, éramos amigos, no. Éramos familia.

—Con permiso, aquí va el esposo del gobernante— La voz de Minho hizo acto de presencia, logrando así nuestra separación. Yo miré al hombre de castaños cabellos con una ceja alzada.

—¿Qué? — Le miré con una oculta gracia— ¿No piensas saludar a tu emperador?

El hombre alzo las manos en señal de paz.

Wolf a BearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora