036; ojos rojos

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Como si fueran las hojas de un árbol en pleno otoño, la temperatura corporal de Killian caía grado por grado con mucha más frecuencia cada vez.

Al pasar la noche y recibir la mañana con un clima nublado propio de Forks, su temperatura había descendido hasta los 12,6ºC.

En el hogar de los Cullen, el ambiente no era el más alegre. A pesar de intentar distraerse con los preparativos de la boda que se llevaría a cabo en dos semanas, era inevitable no pensar en el humano al cual (prácticamente) le habían arruinado la vida. Carlisle siendo uno de los más afectados a nivel emocional; en cuanto Esme lo llamó el día anterior, regresó a casa y pidió los próximos días entrantes de asuntos propios para poder estar junto al chico. Edward había tenido que escabullirse a la casa de su novia para mantenerla alejada de su propio hogar y evitar que estuviera presente en caso de que Killian despertara. Y, aunque algo reacia, Bella aceptó a ser paciente.

Jasper acababa de terminar de cambiarle la ropa a Killian cuando Carlisle volvió a entrar en la habitación con ojos esperanzadores.

—Aún nada —avisó mientras volvía a sentarse en el sillón con un nuevo ejemplar que leer.

El doctor suspiró y asintió.

—¿Llevas un control del descenso?

—Un grado Celsius cada dos minutos —respondió Jasper—, décima arriba, décima abajo. Es muy probable que llegue al cero en menos media hora, a menos que el descenso aumente su rapidez.

—Bien, bien —murmuró. Luego, se sentó al borde de la cama—. ¿Habéis contactado con la manada?

El ex-soldado no pudo evitar fruncir sus labios ante la mención de los lobos.

—Emmett fue hasta la frontera que nos divide y sólo pudo hablar con Sam. Le dijo que le haría saber a Paul sobre la situación pero que no nos preocupáramos sobre si pudiera aparecer por aquí ya que anda un poco irascible y no quiere ni pisar el bosque.

—De acuerdo. Sí, creo que es mejor que no vea esto...

Ambos rubios quedaron en silencio, sólo siendo acompañados por la ventisca del exterior y los pasos de animales a lo lejos. El resto de la familia había ido al claro a petición de Carlisle para distraerse un poco y aprovechar para hacer correr un poco a Jasper y, a regañadientes, asintieron sólo y únicamente porque el mayor les aseguró que les avisaría si ocurría algo.

—¿Carlisle?

—¿Si?

—Sé que Rosalie te ha preguntado esto un montón de veces en los últimos días pero, ¿sabes qué haremos en caso de que no despierte?

El doctor bajó la mirada hasta las manos que descansaban sobre su regazo, pensativo.

—Confiemos en que despertará —fue lo que respondió, evitando la pregunta.

Jasper no insistió en el tema, lo que menos quería era añadirle más presión al asunto.

Su atención se desvió al cuerpo que descansaba sobre la cama. Lo había vestido a su gusto: con pantalones de color marrón, una camisa sencilla y un abrigo de punto. Había intentado peinar los rizos a su manera y había añadido un toque de perfume. Jasper quería que estuviera presentable cuando despertara.

Pero, dentro de todo aquello, había algo que le molestaba ligeramente. Una emoción que parecía adentrarse en el y estrujar su pecho para machacarlo.

Y provenía de Carlisle.

—Entonces... ¿me dirás qué es lo que te mantiene preocupado? —preguntó mientras volvía a centrar su atención en la lectura.

El doctor no se sorprendió ante esto. Era sabido que en algún momento, alguno de sus hijos con dones sabría de la existencia de sus preocupaciones.

OJOS ROJOS; twilightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora