021; nana sol

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Dos días después, Killian se halló a sí mismo a puertas del aeropuerto junto a Carlisle Cullen. El humano había pedido pasar un día completo en aquel lugar, a lo que el vampiro no pudo negarse. Aunque, para serse sincero, hubiera imaginado que pediría quedarse durante varios días más; Llegarían al orfanato antes del anochecer, pasarían todo el sábado con nana y los niños del lugar y por la mañana del domingo, se irían.

—¿Te ayudo? —preguntó Carlisle al salir del aeropuerto. Vestía ropa casual de color oscuro, su camiseta blanca de cuello alto y una gorra que ocultaba gran parte de su joven rostro. Killian aún seguía teniendo cierto problema al acostumbrarse al hecho de que la apariencia del doctor era de un joven de veintitrés años.

—No hace falta. Gracias —contestó. Tan solo era un bolso, y él ya cargaba con el suyo propio—. No soy tan débil como aparento.

—Nunca dije que lo fueras.

—Deberíamos buscar un taxi —murmuró el chico para sí.

—Oh, Alice llamó y alquiló un vehículo para nosotros. Deberían estar en el aparcamiento... —Carlisle caminó, seguido por Killian, hacia el aparcamiento de manera tan natural que hubiera creído que había estado allí infinidad de veces. Avanzando a través de la larga hilera de coches, llegó hasta un vehículo de color blanco cuyo aspecto lucía bastante moderno; de pie junto a él, dos hombres de estatura baja que los esperaban—. ¿Señor Crompton?

Ambos miraron hacia el deslumbrante hombre.

—Señor Cullen, debo suponer —contestó el de aspecto más viejo.

—Supone bien —contestó con una sonrisa.

—Bien. Aquí tiene las llaves. El domingo por la mañana vendrán dos de mis empleados a buscar el vehículo. Si no recuerdo mal, su vuelo sale a las once de la mañana, ¿no?

—Sí.

—Perfecto entonces. Espero que el coche sea de vuestro agrado.

—Muchas gracias —contestó Carlisle mientras veía marchar a ambos hombres. Luego, se giró hacia Killian y movió la cabeza para que entrara—. Puedes dejar el bolso en los asientos traseros.

Tras hacer lo dicho, se deslizó en el asiento del co-piloto mientras se colocaba correctamente el cinturón de seguridad.

—Gracias otra vez por acompañarme, señor Cullen —agradeció el menor cuando el vehículo se puso en marcha y se adentró en la carretera.

El aludido lo miró de reojo, elevando la comisura de sus labios en una encandiladora sonrisa. Desde la conversación que tuvieron cuando regresaron de Volterra y la charla hacía dos días cuando la hija del sheriff había aparecido en mitad de la madrugada, Killian parecía estar intentando expresarse más cuando estaba con ellos. Aunque no sabía si era por haberle asegurado que no lo mandarían de regreso o por el hecho de que no lo harían hacer algo que no quisiera (aunque eso les costara la tranquilidad de su inmortal vida), que estuviera actuando de esa forma lucía como una buena señal.

—No es nada —aseguró—. Aunque me hubiera esperado que se lo pidieras a Alice, incluso a Rosalie.

—Lo pensé, pero Alice estaba ayudando a Esme con nuestra inscripción, otra vez, en el instituto; y Rosalie parece no ser muy partidaria de estar rodeada de personas.

—En eso tienes razón. Rose es... algo compleja.

El silencio rodeó el vehículo. Killian apoyó la cabeza en la ventanilla y observó como el sol terminaba por ocultarse en el horizonte y las luces artificiales adornaban la carretera.

OJOS ROJOS; twilightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora