004; doméstico

12.2K 1.7K 259
                                    

Killian despertó al día siguiente con un ligero dolor de cabeza. Abrió sus ojos con lentitud mientras observaba a su alrededor para ubicarse: aún seguía en aquella habitación, no había sido un sueño. Se sentó en la cama y agarró su cabeza con ambas manos, quejándose en voz baja por la molestia. Pudo escuchar como había ruido y movimiento en la planta baja, así como también pudo escuchar las voces de Esme y Edward a lo lejos.

Le costó alrededor de quince minutos ponerse en pie, y una vez que lo hizo se apresuró a darse un baño de agua caliente. Aunque el clima fuera caluroso, él sentía algo de frío. Tras la ducha y haberse puesto ropa nueva, Killian secó su pelo—aguantando el molesto sonido del secador de pelo— y salió de la habitación. Avanzó por el pasillo y bajó las escaleras despacio. Lo primero que vio fue a Esme barriendo el salón y a Emmett ser arrastrado detrás de ella para ayudarla a limpiar.

—Buenos días, Killian —saludó la mujer.

—Buenos días, señora Cullen —murmuró el humano.

—¡Killian, hola! —saludó un enérgico Emmett—. Esme, mira que casualidad, debemos ir a PortAngeles con Killian...

El pelinegro iba a comenzar a caminar cuando Esme lo agarró de la oreja y lo volvió a colocar en su sitio.

—Alto ahí. Killian aún debe desayunar. Cuando termine os podréis ir, pero mientras tanto sigue limpiando —ordenó Esme. Emmett refunfuñó y Killian sonrió un poco—. Edward está en la cocina. Tienes el desayuno listo en la encimera y hay café o zumo de naranja.

—Gracias.

Caminó hasta llegar a la cocina, dejando atrás las constantes quejas de Emmett de porqué debería estar haciendo cualquier cosa que no fuera limpiar. Al entrar en la cocina se encontró con la silueta de Edward sentado en un taburete junto la isla de la cocina. El cobrizo apartó la mirada de la partitura que escribía y sonrió hacia el humano.

—Buenos días. ¿Cómo te encuentras?

Killian se quedó de pie junto a la isla de manera rara e incómoda.

—Buenos días. Estoy bien —mintió.

Edward evitó hacer una mueca y asintió aún sonriente.

—Me alegro. Sírvete lo que quieras —animó el lector de mentes.

El humano avanzó lentamente para tomar el último plato restante de comida en la encimera: tostadas untadas con queso crema y fresas. Killian miró alrededor en busca de una taza para servir un poco de café.

—Las tazas están en el estante de la derecha —indicó Edward.

Killian asintió avergonzado.

—Gracias.

—No hay de qué. Cualquier cosa que necesites, pregunta.

El joven agarró una taza y sirvió café en él. Luego tomó el plato y se sentó en otro taburete junto a la isla.

Edward volvió a hablar:— Si quieres azúcar, hay en ese pequeño bote frente a ti.

—Gracias, pero no le pongo azúcar al café.

—Oh, está bien.

Killian podía notar cuán incómodo era el ambiente, ¿o era sólo él quien se sentía incómodo? Quizá era su propia imaginación jugándole una mala pasada y él era el único que se sentía incómodo. Viendo a Edward podía decir que el cobrizo se hallaba perfectamente normal y tranquilo. Killian pestañeó un par de veces para quitarse la sensación de encima e intentar olvidarse de ella. El dolor de cabeza aumentó con cada pestañeo que daba.

OJOS ROJOS; twilightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora