052; abrazos cálidos

2.4K 545 131
                                    

—¿Y bien?

La voz de Alec lo hizo volver en sí, Killian miró a su alrededor y pudo reconocer el camino de vuelta a casa, los árboles cubriendo cada centímetro frente a él.

Tras la repentina marcha molesta de Caius, Alec apareció con una clara confusión plasmada en su rostro pero no hizo pregunta alguna en aquel momento y se dedicó a hablar amistosamente con el neófito para evitar la incomodidad que amenazaba con apoderarse del ambiente tras un claro encontronazo con el rey Vulturi. Ambos partieron rumbo a Forks una hora después de haber aguantado los dramáticos lamentos y el falso llanto de Aro mientras le pedía que reconsiderara su estadía, pero Caius a su espalda estaba decidido en lanzarle miradas gélidas que lo hacían sentir bastante incómodo, por lo que se disculpó y marchó junto a Alec, el cual sería su guía y escolta en el trayecto.

Para evitar que se sintiera tenso y eso añadiera problemas a la situación, Alec lo llevó de vuelta por el camino que habían utilizado cuando se dirigían a Volterra, pasando por los lugares en los que habían estado, tanto Francia como Londres. Tuvieron que pasar por Portugal y desde allí nadar sin descanso alguno hasta llegar a la costa de Florida, tomando un pequeño descanso en Jacksonville. Poco tiempo estuvieron en Florida para continuar pronto con su viaje, Alec llevó a Killian a través de Georgia, Tennessee, Misuri, Nebraska, Wyoming, Idaho y, finalmente, Washington. Killian no podía decir que le sorprendía ver aquellos lugares, y es que, al menos, alguna vez había estado en aquellos estados en busca de una familia que sí lo aceptara y quisiera. Incluso en el camino había divisado una de las casas en las que había estado un par de días antes de ser devuelto al orfanato y no pudo evitar sentir asco e impotencia al pasar por allí, sobre todo cuando la matriarca de aquella familia había salido al porche con uno de sus hijos en adoptivos en brazos.

Moviendo la cabeza de izquierda a derecha con rapidez para olvidar aquellos pensamientos, Killian volcó su atención en Alec.

—¿Y bien, qué? —preguntó Killian totalmente confuso.

Alec bufó divertido y metió ambas manos en los bolsillos de sus pantalones, moviendo ligeramente la capa negra que descansaba sobre sus hombros.

—¿No le vas a contar a tu nuevo confidente qué ha pasado con Caius? —cuestionó con un deje de ofensa en su voz, aunque la sonrisa burlona en su rostro delataba que solo estaba bromeando.

—¿Nuevo confidente? —ladeó Killian la cabeza.

Alec alzó una ceja ante esto.

—Bueno, he intentado alimentarte, te he mostrado todo mi hogar de arriba a abajo y ahora te estoy dando un paseo de vuelta a casa.

Killian entrecerró los ojos y abultó los labios ligeramente, sintiéndose medianamente ofendido.

—¿Nuevo confidente o nueva mascota? —preguntó en un susurro.

Alec carcajeó y palmeó su espalda con brusquedad, haciéndolo tambalear.

—Puede que ambas, ¿te gusta que te pongan correas?

Killian boqueó cual pez al no saber qué contestar y Alec volvió a reír.

—Es broma, es broma —habló de nuevo—. Pero, en serio, todo lo que sea causar revuelo en el castillo es bienvenido, aunque luego tenga que hacer uso de mi don... —farfulló.

—No sé qué ha pasado —confesó Killian con sinceridad—. Se molestó de un momento a otro y... creo que me echó.

Alec lo miró estupefacto.

—¿Molesto contigo?

Killian asintió.

—Creo que fue porque le dije que no me quedaría en Volterra.

OJOS ROJOS; twilightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora