018; funeral

8.3K 1K 180
                                    

Killian pasaba el trapo que chorreaba limpia-cristales para deshacerse del polvo que había sido impregnado en las ventanas. Se había levantado muy temprano al sentirse un poco incómodo durmiendo allí sólo, por lo que se aseó y desayunó antes de decidir darle un lavado de cara a aquella estructura que había sido dejada atrás. Había aprovechado para curiosear a sus anchas (algo que jamás se había atrevido a hacer por temor a que resultara molesto o irrespetuoso para el resto) y descubrió centenar de cuadros antiguos, adornos aún más viejos y plantas deshidratadas debido a la falta de atención.

Pasando su mano sobre su frente, quitó la ligera capa de sudor que comenzaba a aparecer en ella. Dentro de la casa hacía calor, todo lo contrario al frío clima de fuera.

Mirando a su alrededor y asegurándose de que había terminado de limpiar hasta el último rincón, sonrió satisfecho antes de dirigirse a la cocina en busca de algo para tomar. No sabía cuándo regresaría Alice, la fémina jamás le dijo si lo haría, por lo que tenía que ir pensando qué almorzaría aquel día. Avanzó por la cocina hasta llegar a la jarra hervidora para calentar agua, vertió el agua helada en ella, luego la encendió y se apoyó contra la encimera para esperar. Era una sensación muy rara. El estar en aquella casa le provocaba sensaciones que jamás había experimentado: como la familiaridad que sentía hacia aquel lugar y la sensación acogedora; y aquello lo hacia sentir incómodo. ¿Por qué estaba tan acostumbrado al lugar en el que pasó menos de un mes? No debería encariñarse tanto con algo, sabía que aquello no era algo bueno porque nunca sabía cuándo ni cómo se terminaría. Así había sido toda su vida, jamás, nunca había permitido que su corazón se acostumbrar a algo demasiado porque sabía que, para personas como él, las cosas buenas son ficticias.

El motor de un coche se detuvo frente a la casa, pasos apresurados y murmullos bajos fue lo que escuchó desde fuera.

—¿Killian? ¡Killian! —su voz sonó ligeramente desesperada al segundo llamado. La vampiro apareció por la puerta de la cocina y se apresuró a abrazarlo, mostrando una imagen exterior bastante graciosa de una pequeña joven abrazando a alguien más grande que ella. Killian se quedó estático ante la repentina muestra de contacto físico, ¿qué le pasaba?—. ¿Estás bien, cierto? Sí, sí, estás bien.

—Estoy... bien. ¿Ocurre algo? —preguntó él, desconcertado.

Alice se separó del humano y suspiró, intentando calmarse.

¿Cómo podría explicarle que había en la estancia el olor de un vampiro que no reconocía y que no había ayer antes de irse?

—No-no ocurre nada. Tan solo tuve una pesadilla y sigo un poco agitada.

—Oh —respondió Killian sin saber qué decir—, ¿quieres té?

La vampiro caminó cómodamente por el lugar hasta que llegó a uno de los banquitos frente a la isla de la cocina.

—Claro —aceptó—. En realidad también venía a buscarte para que vayamos a casa de Bella. Ha dicho que haría de comer, y aunque tú no la recuerdes, ella a ti sí y quiere intentar ayudar si es posible.

—¿No ha venido contigo?

—Bueno..., digamos que no es muy partidaria a entrar en esta casa ahora mismo.

—Uh... la he limpiado —mencionó el humano con tono afligido.

—Puedo notar eso. Creo que soy capaz de ver mi reflejo en el suelo —bromeó—, pero no es por lo sucia que esté. Es algo complicado, cosas de pareja y novios y un montón de tonterías que espero que no pases por ellas.

Killian bajó la mirada y ocultó la traviesa risa que se le había escapado tras un bufido.

—Es complicado gustarle a alguien cuanto tienes mi aspecto —murmuró—. No tenía pensado intentar siquiera el tener pareja.

OJOS ROJOS; twilightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora