||Capitulo cuarenta y dos||

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"Pero la miro y me acuerdo de tiNo sé cómo explicarte lo que sentíSalgo to' los día' pa la calle, a ver si te veo por ahíYo todo intenso preguntando por vosTe mando música por nota' de vozY solo espero que si no vuelves conmigo, siempre te cuide D...

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"Pero la miro y me acuerdo de ti
No sé cómo explicarte lo que sentí
Salgo to' los día' pa la calle, a ver si te veo por ahí
Yo todo intenso preguntando por vos
Te mando música por nota' de voz
Y solo espero que si no vuelves conmigo, siempre te cuide Dios
Pero la miro y me acuerdo de ti".
Ferxxo.

POV' Sarah:

Durante el camino, no hablamos mucho. Fran estaba durmiendo y Esteban parecía nervioso, aunque trataba de disimularlo hablando sobre Nancy, mi suegra. Pero eso no me calmaba en absoluto, solo pensar en conocerla en persona me daba náuseas.

—Parece que queda lejos...—Le dije sonriendo mientras me comía una manzana. No sabía qué hacer ni qué decir. No entendía por qué Esteban estaba tan alterado, como si fuera a ver a un muerto.

—No falta mucho, quedan como dos cuadras...—No les había mencionado que Carlos Javier vive en un condominio enorme, con todas las comodidades que eso implica. Desde pequeñas cosas hasta parcelas del tamaño de media hectárea. Había plazas, gimnasios e incluso un colegio. Pero lo que más me gustó fue la vegetación que rodeaba todo el lugar, con pájaros y colores en las hojas de los árboles.

—¿A dónde vamos?—Preguntó Fran bostezando, se notaba lo desorientada que estaba.

—Estamos llegando a la casa de mi padre...—Agregó Cister mirándola a través del espejo retrovisor.

—¿Vinimos a ver a quién?—Dijo sorprendida. No sé por qué les sorprende tanto, si es el padre de mi pequeña.

Los miré extrañada mientras me bajaba del auto.

—Ustedes... esperen aquí, les avisaré para que entren.—Les señalé a ambos antes de cerrar la puerta del Jeep, y me dirigí hacia la entrada de su enorme casa. Como era de esperar, había mucha gente, seguramente su familia, ya que siempre me hablaba de lo grande que era y lo importante que era para él tenerlos cerca.

—Hola...—Saludé a la primera persona que encontré, una chica muy linda que me parecía familiar, tal vez sea una bailarina de Carlos.

—¿Hola?... Me saludó extrañada, seguramente porque nunca me había visto. Pero le sonreí y me presenté.

—Mucho gusto, soy Barbi, amiga de Martín. ¿Buscas a alguien?—La miré con ternura.

—¿Cuántos meses tienes?—Dijo con los ojos brillantes, haciendo un puchero.

Me reí y le contesté. —Tengo siete meses y medio ya... no puedo creer cómo pasa el tiempo—dije acariciando mi vientre.

—Ay, ¿y cómo se ll...—No alcanzó a terminar la frase cuando llegó Gerardo. No me vio al principio y eso interrumpió la conversación, al menos eso imaginé.

—Barbi, anda a ver a Scarlett por favor, no sabemos qué hacer para que se calme.—Dijo Gera suspirando, se notaba que estaba cansado, tenía unas ojeras bastante pronunciadas bajo sus ojos.

—Bueno... yo voy, pero para la próxima no sé qué voy a hacer con ella...—Le dijo rodando los ojos.

—Se llama Alaia...—Le dije sonriendo. Ella solo me miró con ternura y dijo.

—Tú, mientras tanto, quédate con Sarah... cuídala, ¿sí?—Y seguí con la mirada hasta que desapareció entre la multitud.

—Tanto tiempo... ¿cómo has estado?—Me medio sonrió, se notaba que estaba feliz de verme, pero al mismo tiempo parecía preocupado.

—Bien aquí... con mi pancita...—Le comenté sonriendo mientras me frotaba los brazos. Era increíble cómo durante el día hacía mucho calor y ahora tenía mucho frío. No sé cómo no traje un suéter, ahora me iba a congelar.

—¿Tienes frío? Ven, pasa... no tenemos la calefacción encendida, pero te presto un suéter...—Me dijo cuando entramos a la casa. Por dentro era realmente hermosa y muy moderna, con grandes ventanales que proporcionaban una hermosa claridad a la casa. Aunque era en gran parte de cemento, también tenía partes de madera que le daban un toque acogedor, como del sur.

—Siéntate, vuelvo enseguida...—Dijo algo apurado. Después de esperar un rato, empecé a impacientarme y decidí recorrer la casa. Vi un gran ventanal cerca de lo que parecía la cocina, a través de él podía ver cómo la noche comenzaba a caer lentamente. Estaba inmersa en mis pensamientos cuando un ruido llamó mi atención, provenía del piso de arriba, parecían ser gritos. Me asusté y caminé lentamente, asegurándome de que nadie me estuviera mirando. Decidí subir las escaleras.

Cuando llegué al piso de arriba, me sorprendió ver una imponente lámpara colgando en medio de las habitaciones, adornada con diamantes. Debajo de ella, había un balcón de vidrio desde donde se podía observar la planta baja.

—No entiendo por qué me trajiste aquí... ¡a tu casa! Si nunca estás conmigo. —Escuché una voz delicada pero llena de resentimiento.

—Scarlett, no entiendes nada. Por más que te explique...—Escuché a Carlos responderle a lo que parecía ser su ex. No mentiré, sentí enojo al escuchar las palabras de ella, pero sabía que debía haber una explicación.

—¡Tú! Me empezaste a hablar. ¡Tú! Me dijiste que me extrañabas. ¡Tú! Me dijiste que querías que estuviera contigo y ¡Tú! Fuiste a buscarme a Punta Arenas...—Dijo con la voz quebrada. No entendía el contexto de la situación, pero sentí mucha pena por ella. En su voz se podía percibir su malestar. Según lo que había leído en redes sociales, ella era menor de edad, lo que la hacía aún más vulnerable.

Me acerqué lentamente a la puerta y la abrí despacio, quedando perpleja por la escena que se presentaba ante mis ojos...

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Uy... la cosa está peluda, como suelen decir algunos...
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Solo una noche [Pailita]  Saga bandidos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora