||Capitulo cuarenta y ocho||

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"Me siento malPero prometo que voy a estar mejorDice la gente que después de la lluviaTermina saliendo el SolHoy estoy de la perraTe juro que ya no quiero más guerraQuiero una wacha de pana, que no me haga drama, que no me haga tierra"

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"Me siento mal
Pero prometo que voy a estar mejor
Dice la gente que después de la lluvia
Termina saliendo el Sol
Hoy estoy de la perra
Te juro que ya no quiero más guerra
Quiero una wacha de pana, que no me haga drama, que no me haga tierra".
Gino Mella.

—Señor, tiene visita. —Interrumpió Sandrita. Suspiré. —No sé cuántas veces le he dicho que no me llame así.

—En un momento bajo Sandrita. —le dije casi en un susurro. —Esto de que te estén ocultando cosas es súper frustrante y, aunque no lo quiero admitir seguramente toda la casa sabe lo que está pasando, menos yo, y me agota.

—Esta conversación no termina acá, mita. —apunté a mi mamá. —Y con ustedes después hablo también. —Salí de la habitación súper apenado, y me arrepentí al segundo de tratarlos así, ellos no tendían la culpa de lo que me habia pasado. Me da pena la weá', sé que ellos no me pueden hablar de mi pasado, me lo dijo el doctor. Pero verlos así, me afecta weón, no quiero verlos así y menos saber que están mal por mi, por algo de mi pasado.

Cuando bajé, me dirigí a la cocina y tomé agua, quedándome mirando por la ventana. Podrán pasar años y no creo poder acostumbrarme a la belleza de mi hogar, tengo un gran terreno con mucha vegetación, la mayoría plantada por la mita, hasta le hicimos un pequeño invernadero, donde ella se podía quedar tardes enteras sembrado.

Creo que me moví muy rápido, porque cuando me giré sentí un dolor súper fuerte en la cabeza. El doctor dijo que es normal por el golpe que me di, así que me recetó un analgésico. Lo busqué por los cajones, pero cuando me lo iba a tomar, un recuerdo golpeó mi memoria.

Es ella, la chica que veo en mis sueños. —Cerré los ojos y puse mi mano en mi rostro. De repente, el sol me llegó muy fuerte. —En él, ella me besaba la mejilla mientras yo manejaba, no podía dejar de verla aunque la chica me decía que me concentrara en el camino. Estábamos súper contentos disfrutando del viaje, tanto que parecía irreal. 

Cuando salí del trance sentí ganas de llorar por un momento. Ese no fue un sueño, fue un recuerdo, y lo sé porque mi corazón se agitó al instante en que la vi. Como si mi corazón la recordara pero yo no.

—¿Quién es esa chica? Si realmente me conoce, ¿por qué no se ha acercado, por qué no me ha visitado? —Me senté un momento, tratando de recordar hacia dónde íbamos. El entorno estaba lleno de vegetación y la carretera parecía estrecha; parecía ser una ciudad. Intenté visualizar el auto: era el Jeep Amarillo, de ese sí que me acordaba. Lo compré a principios de 2021, mi primer auto. 

Me quedé sentado un momento y recordé que el otro día la Sandrita encontró un collar en el Jeep, seguramente era de la Mita, ¿O no?

Salí corriendo al garaje, donde guardaba una pequeña colección de autos. Busqué la llave y lo abrí; ahí estaba el collar junto a la puerta. Este tenía un colgante con una pequeña "S" con brillitos. ¿Será de Sarah, la chica que mencionó mi mamá? ¿Podría ser la misma chica que se me aparece en mis sueños?

—Qué mal amigo eres, ctm. —Alguien habló, dándome un golpecito en la espalda. —Tuve que venir yo, porque ni la puerta me abriste.—Continuó.

—Ay, conchatumadre. —Me giré al instante para ver de quién se trataba. Y claro que sabía, era mi sangre.

—Mi sangre, tanto tiempo, hermano. —Martín me abrazó. Su repentina aparición me asustó de verdad.

—¿Tan feo soy? —Me agarró de los hombros y me sacudió levemente.

—Obvio que si, erí' más feo.—Le dije riendo, este solo rodeo los ojos.

—¿Cómo has estado, amigo? —Lo miré por un momento antes de abrazarlo de nuevo. —Puta, que lo extrañaba.

Cuando decidí mudarme a Santiago, él fue el primero que me apoyó, incluso se mudó conmigo. Por eso le tenía tanto cariño.

—¿Qué weá' culiao', por qué me preguntas a mí? —Me dijo extrañado. —Sí, tú eres el que estuvo hospitalizado.

—No sé por qué nadie me dijo nada, ctm. Apenas vi las noticias, rajé a Santiago. —Respondió molesto.

Seguramente el estaba en Punta Arenas; cómo extrañaba mi ciudad. Lo miré y me eché a reír. Mi sangre no se enoja mucho, es tranquilo y tiene paciencia, pero cuando se enoja, es bravo.

—Claro, po', ¿querías que te avisara por telepatía? —Dije cerrando los ojos y tocando mi sien con el índice. —¿Y que te dijera, "amigo, ven, estoy en coma"? Continué cagado de la risa. Sé que la situación no tiene nada de chistoso, al contrario, pero no está mal tomárselo con humor. Ya estaba cansado de ver a todo el mundo apenado, como si el mundo se fuera a acabar mañana. De hoy en adelante no pensaré más en esa chica, ni en lo que hice en el pasado. Ya no me importa, me enfocaré en mi familia y carrera y en lo que se viene. A Martín no lo veía hace tiempo, o eso es lo que recuerdo, así que no dejaré que él se una al muro de las lamentaciones.

Al abrir los ojos, vi que estaba más enojado que antes, con los brazos cruzados y una mirada que no estaba precisamente dirigida a mí. Giré la cabeza y me encontré con Gera y Basti.

—¡Cabros de mierda!. —Gritó Martín corriendo para atacar a los cabros.

—¡Alexander! Ayúdanos.—Dijeron atrás del grandote que en mi puta la vida lo había visto.

—A mí ni me miren, brother, ese me da miedo. —dijo cierta persona con el típico acento cubano. —Este de donde salió, lo miré por un momento, mide como dos metros, ¿qué wea'?

—Soy Alexander, tu guardaespaldas. —Se presentó, cuando notó que yo no sabía quién era.

Luego de que Martín atrapara a los chicos, los tiró a la piscina y no les habló en todo el día; era muy rencoroso.

Invité a comer a todos en la casa. Hablamos caleta y nos pusimos al día, Martín me dijo que fue a ver a mi hermano, cosa que le alegró el día a la Mita. Yo les dije a todos los iríamos próximamente a Punta Arenas, así que nos teníamos que organizar.

Después de comer, unas fans nos pidieron autógrafos y fotos. Fue muy lindo, me preguntaron por mi salud y dijeron que me cuidara, que no me apresurara por sacar música tan luego, ellas entendían. Fue un momento muy grato; me encanta compartir el tiempo con ellas, ya que gracias a ellas, puedo disfrutar de la vida que tengo.

Pero cuando se fueron, una chica se quedó. Se me hacía conocida, pero no sabía dónde la había visto. Me dijo algo que me dejó marcando ocupado.

—Oye, Pailita, cuídese. Tiene que estar sano para lo que se le viene.— Me sonrió y se fue.

Solo una noche [Pailita]  Saga bandidos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora