"La única forma de evitar la tentación es caer en ella." Oscar Wilde
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Camino por los pasillos tarareando la canción que sonó en el baile de navidad, deslizo mi mano sobre la pared de roca sintiendo su aspereza, miro a través de las ventanas la luna y la nieve caer, su luz ilumina tenuemente el pasillo, lo hace ver tan tranquilo.
La escuela en completo silencio, en total calma y paz, ya paso un año, un año de aquel hermoso baile, donde estuvimos juntos hasta la madrugada, bailamos hasta que dolieran los pies. Reímos y bailamos, profesamos nuestro amor en silencio, en caricias, en besos.
Solo éramos nosotros dos, el tiempo se perdía a nuestro alrededor, solo había lugar para nosotros en el inmenso salón, pese a estar rodeados de gente, sin importar nada de eso, simplemente éramos nosotros dos, el resto del mundo no importaba. No pensábamos en el mañana, solo pensando en el ahora, como me gustaría volver a ese momento y detenerlo en el tiempo.
Cierro los ojos y al abrirlos estoy ahí, las luces frías, el ambiente invernal, los árboles de navidad cubiertos de nieve, las gárgolas y cada detalle hace mágico el salón, el gran comedor luce aún más grande.
Miro a mi alrededor y todos bailan, disfrutan de la comida, charlan y ríen, disfrutan de ser jóvenes, del momento, no hay preocupaciones, esas pueden esperar.
_Cassie.
Su voz me llama, giro para verlo parado en medio de la pista de baile, ya sin la chaqueta de su traje y su camisa un poco ajada, es la viva imagen del hombre que vive en mis recuerdos. Él me sonríe con calidez y me extiende su mano, yo corro para tomarla, para volver a sentirlo.
Cuando estoy a punto de tomarla, su recuerdo se desvanece, se evapora en el aire como si nunca hubiera estado ahí.
El gran salón cae en penumbras y lo que antes era un paraíso invernal se volvió solo oscuridad. Trato de ver algo, pero no hay nada, solo desoladora oscuridad.
Cassie
El susurro de su voz me paraliza, lo siento rozar mi piel, pero realmente no puedo sentirlo. Un frío desolador me golpea y caigo de rodillas, una tenue luz azul me ilumina, miro sobre mi cabeza y es la luz de la luna. Fría, inquisitiva, soberbia, es el recordatorio constante de esa noche.
Le rogué a la luna traerlo de vuelta, tal vez debí especificar en que forma, tal vez debí rogarle no ir, tal vez debí seguir mi instinto. Hay tantos tal vez rodando por mi alma, carcomiendo mi tranquilidad y mi paz, pero nada podrá traerlo de vuelta.
Abro los ojos y estoy en el mismo pasillo iluminado tenuemente por la luz de la luna, miro a la brillante luna llena a través del cristal.
— Tal vez debe pedir que me llevaras a mí también.
