"La única forma de evitar la tentación es caer en ella." Oscar Wilde
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Segunda parte de "Chico cruel"
Advertencia: Smut
Su beso es tosco, salvaje y demandante, lleva mis manos por encima de mi cabeza y las sostiene con una mano, lleva la otra al borde superior de mi falda y saca mi camisa, mete una mano y me hace temblar. Lleva su mano hasta mi cintura y me pega a su cuerpo.
— E-espe... — no me deja hablar, tiene total control sobre mi boca y me siento exageradamente vulnerable.
— No — suelta mis manos y me carga llevándome a un escritorio. — no me pienso detener.
Él vuelve a besarme y no puedo evitar responder, sus manos regresan a mi camisa y comienza a desabotonarla, llevo mis manos a sus hombros y me aferro a su capa, mi cuerpo tiembla por la incertidumbre y una sensación rara que, creo, es necesidad.
Cuando termina con mis botones abre mi camisa, acaricia la piel de mi abdomen deslizando sus manos hasta llegar a mi espalda. Mi estremezco por el contacto.
— Mal... foy, ess-pera, po-o-or favor.
— Responde primero. — él deja mi boca y viaja a mi cuello.
Me quedo procesando y recuerdo la pregunta.
— Nada, é-él... fue a... ha-cer... su tare... — me quedo sin voz cuando lo siento llegar a mi sujetador y morder mi pecho por encima de este.
— ¿Y por qué tenías que estar tan cerca de él?
Desliza sus manos hasta mis muslos y comienza a subir hasta el borde de mi falda.
— L-lo sien-to.
— Si no hacías nada malo, ¿por qué te disculpas? — regresa a mi cuello y succiona la piel de la zona.
— Yo... — no sé qué responder a eso, es verdad que no hacía nada malo, ¿por qué me disculpo?
— Entonces si hacías algo malo — sus manos suben mi falda y deja expuesta mi ropa interior.
— ¿Por qué haces... esto? — susurro apenas con voz.
— Porque estoy celoso — me sorprende su confesión. — no quiero que estés cerca de otro hombre — muerde la piel de mi cuello. — no quiero que estés cerca de nadie — deja besos y mordiscos sobre mi piel hasta llegar a mis pechos. — serás mi esposa, eres mía. — corre la tela de mi sujetador y comienza a succionar mis pechos, reprimo un gemido.
Sus manos viajan a mi cintura y la agarra con fuerza, es posible que deje una marca.
— No... hagas... e-eso, poo-r favor.
— ¿Por qué debería escuchar lo que tu boca dice? — susurra contra mi cuello y desliza su mano hacia abajo sobre mi abdomen. — cuando tu cuerpo me dice algo completamente diferente.
