"La única forma de evitar la tentación es caer en ella." Oscar Wilde
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Parte tres de Hermosos extraños.
Advertencia: Smut, Old men.
15 de abril de 2028
Nuestro juego comenzó aquel día y no previmos que duraría tanto, pasaron tres años desde que empezó, rompimos algunas reglas, el bar cambio por mi apartamento, la información sobre el otro creció ligeramente, el no involucrarnos en la vida de ninguno se mantuvo al igual que no conocer nuestros nombres.
Era mejor mantenernos como la reina roja y el rey blanco, era seguro para ambos, no abriríamos un lugar para profundizar en la vida del otro, mantener la relación sin sentimientos es lo mejor.
Tocan el timbre de mi apartamento, dejo el vaso que tenía sobre la barra de la cocina y me voy a hacia la puerta, la abro y él se abalanza sobre mis labios, cierra la puerta tras de sí y nos vamos moviendo hasta mi sillón sin dejar de besarnos, en el camino me deshice de su saco y él de mi sweater, me quita los short de algodón y yo le quité la camisa.
— No saben cuánto te extrañe. — susurra en medio del beso.
Tuvo que hacer un viaje hace unos días e intuyo que hoy regreso.
— Yo igual, extrañe mucho tu pene — desabrocho su pantalón y lo bajo junto a su bóxer — no esperes tanto y follame. — le pido.
— Déjame disfrutar de ti, no seas ansiosa. — baja mi ropa interior y roza su pene contra mis pliegues, la sensación es gloriosa.
Nos seguimos besando, el masajea mis pechos y pellizca mis pezones haciéndome gemir, quiero sentirlo, me muero por sentirlo. Llevo mis manos hasta su pene y comienzo a masajearlo, el jadeo sobre mi boca y eso me encanta, él me vuelve loca.
— No quiero perder más tiempo, Blanco. — acomodo su pene contra mi entrada. — deseas estar dentro de mi tanto como lo deseo yo, así que hazlo, follame.
Sede ante la necesidad y se hace paso en mi interior, de una fuerte estocada me hace gritar, me aferro a sus caderas en el momento que comienza a bombear. Sus embestidas tocan mi punto más sensible, los días que no nos vimos lo extrañe, mis dedos no eran suficientes, lo necesitaba a él.
— Mierda, Roja, estas tan apretada.
— Te extrañe, mi rey, demasiado.
Nos volvemos a besar mientras se mueve, yo comienzo a mover mis caderas ligeramente contra él para generar más fricción, mi cuerpo se contrae de placer, entierro mis uñas contra su piel y aprieta mi cintura con sus manos, el sexo con él es glorioso, en extremo glorioso.
— Te sientes tan bien.
— Tú te mueves tan bien.
Mi cuerpo me comienza a advertir de mi próximo orgasmo, siento como un nudo se va formando y me exige ser liberado, me está llevando a mi limite y eso es demasiado placentero. Gimo al sentir como la ola expansiva de placer arropa mi cuerpo, arqueo la espalda sobre el mueble y mis ojos se ponen en blanco.
