✦ Prólogo ✦

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23 - Miley Cyrus.

Nash:

ABOMINABLES HOMBRES DE LAS NIEVES

Tai:
He hecho la reservación en Kelsey's

Milo:
¿Es obligatorio ir con ropa fosforescente?
Tío no tengo nada, ¿Alguien me quiere prestar algo?

Lewis:
Nadie quiere prestarte nada Milo, arréglatelas solo.

Joey:
¿Alguien sabe si Carpenter ya entró en paro cardiaco?

Yo:
Vete a la mierda.

Max:
Sigue vivo, sin complicaciones por el momento.

¿Qué tienen en común una pared y un equipo de hockey?

Que ninguno de los dos escucha.

Se suponía que no teníamos "permiso" de salir esta noche, pero suponer es muy malo, en especial cuando se trata de hombres universitarios hormonales y amantes de las borracheras.

El entrenador fue estricto con las normas este semestre, y una de ellas era nada de fiestas la primera semana.

La temporada pasada tuvimos más problemas con la policía que nunca en la historia del Hockey en Watson, al parecer a las patrullas no les gustaba mucho que hiciéramos guerras de pintura a mitad de la avenida en la madrugada.

Eso no era un delito, estaba seguro, pero después de esa noche, las patrullas de la zona parecieron especialmente intolerantes a los charcos de colores por las calles.

Pero ¿A quién le importaba? Claramente a ningún miembro del equipo, y como buen capitán, aquí estaba, manejando rumbo a una fiesta neón en Kelsey's

A nadie le gustaba perderse una fiesta temática en el bar más popular cerca del campus. Era como una regla, si tenías la edad suficiente o poseías una identificación falsa, Kelsey's era tu sitio.

Y se suponía —de nuevo—, que, como capitán debía poner el ejemplo.

Si hacía falta amarrar a todo el equipo y obligarlos a quedarse en sus respectivas malditas casas, eso tenía que hacer, pero no, opté por ceder a la presión grupal.

Vaya mierda de ejemplo colega, era un pésimo líder y ni siquiera había jugado mi primer partido como tal.

Jay, Lewis y River canturreaban desde el asiento trasero y del copiloto, mientras yo rezaba internamente porque su buen humor disminuyera en el trayecto, y no intentaran beberse toda la barra libre en los primeros treinta minutos.

Una cosa era salir, que de por sí ya era lo suficientemente malo, pero beber, ni de puta coña, no lo permitiría, no en mi guardia.

—Ya está frunciendo el ceño de nuevo, seguro piensa en las diferentes formas en las que puede torturarnos si esto se descontrola.

—Cierra la puta boca, no debí hacerles caso Lewis.

—¡Mierda Carpenter! Eres como un viejo de sesenta años, un poco de diversión te hace falta coño —resopló indignado—, desde que dejaste de salir con Valery, no haces nada más que entrenar y asistir a clases, pasaron las vacaciones y sigues igual que en primavera, comienzas a asustarme.

Él me demostraba todos los días que hablar era gratis.

Esto no tenía nada que ver con ella de todas formas. Sí, qué quizá después de que nos dejáramos de ver, las ganas de ir a emborracharme disminuyeron, pero nunca fui un chico al que le gustase demasiado obtener como premio una resaca de los mil demonios. Cuando tenía ganas, salía y me divertía, y cuando no, me quedaba en casa a dormir o a analizar mis partidos pasados para remarcar mis fallos y ver en qué podía mejorar. No le veía lo malo, pero al parecer mis amigos sí, y tratar de hacerlos cambiar de opinión era la mierda de complicado.

Cruza la línea.  (Del uno al diez) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora