✧ Capítulo 31 ✧

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31||Un ticket sin regreso al infierno.||

Face off - Tech N9ne

Nash:

Había bordado el puto ensayo sobre los trastornos de la memoria.

Y no fue para nada una sorpresa. Me encantaban los trabajos parciales cuando estos trataban de explicar y resumir un padecimiento del que aún no tenía mucho conocimiento.

En momentos como esos, recordaba por qué no había abandonado la universidad aún para anotarme en el draft.

Mi mayor sueño era ser un jugador profesional, ahora ya estaba seguro de ello, pero también tenía muchos deseos de graduarme; amaba la psicología y todo lo que aprendía del comportamiento humano con ella.

Elegir el subtema fue la mierda de complicado, y cuando comencé a leer sobre el Alzheimer, creí que tenía por fin el padecimiento que me haría bordar el parcial.

Pero era demasiado extenso y a la vez, tan triste, que no estaba en posición de rajarme la mente de esa forma.

Por lo que irme del lado del bloqueo mental me pareció mejor.

Aprendí que existían muchos tipos de este, comenzando con el bloqueo por asociación y terminando con el olvido motivado, que fue el más interesante de todos.

Al parecer era más común de lo que creía, y existían mil y una teorías al respecto.

Me pareció impactante como la mente humana podía contrarrestar recuerdos —consciente o inconscientemente—, si estos podían llegar a ser detonantes de algo más, o demasiado dolorosos para poder soportarlos.

Los pacientes que lo presentaban con más frecuencia, en su mayoría eran adolescentes que en el pasado vivieron violencia o algún episodio doloroso que la mente decidió suprimir para no desencadenar más problemas.

Así de increíble fue saberlo, terminé jodido, pero muy motivado.

Por otro lado, Davinia no me había mostrado el cuadro que la dejó sin dormir por tres benditos días.

No es que fuese a quejarme, la tuve en mi habitación todo el tiempo, escribiendo y terminando de dibujar a mi lado, mientras yo dormía mejor que un bebé.

—Comienzo a extrañar mi cama, Nash.

Shht, no seas mentirosa Wendy, tú adoras dormir aquí.

—Podríamos ir a mi habitación también, lo sabes ¿Verdad? —preguntó con una ceja arqueada, llevaba los rizos sueltos, y una de mis playeras de hockey que le cubría nada más que la mitad del culo, pero que me mostraba a la perfección sus piernas kilométricas gruesas perfectas.

Estaba en el punto paraíso.

—Deja de comerme con la mirada.

—¿Prefieres que lo haga con otra cosa?

—¡Puajj! Eres un guarro —respondió sin evitar reírse—, no te soporto.

—Yo. Te. Encanto —añadí jalándola por los pies para acercarla rápidamente a mí, cruzó las piernas detrás de mi cintura y entonces pude sostenerle las manos para alzarla y que quedara sentada a horcajadas—. Admítelo.

—Tu ego está perfecto así, no deseo alimentar más a una bestia que no se si podré tolerar después.

—La egocéntrica de los dos eres tú.

—No, no, no —contestó golpeándome la punta de la nariz con ternura—, yo no soy egocéntrica, solo estoy segura de que no hay nadie mejor que yo.

Cruza la línea.  (Del uno al diez) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora