✧ Capítulo 5 ✧

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5 || En la escala del uno al cinco, yo soy un menos diez.

Close - Nick Jonas

Nash:

¿Cuántos tacones necesitan ser lanzados sobre una cabeza para hacer que sangre, y desatar una pelea afuera de un bar?

La respuesta era uno, un jodido y mísero tacón solamente.

De todas las cosas que debía evitar, la primera era justamente la que elegí para mandar a la mierda mi buena compostura y sembrar el primer puñetazo.

¿En qué estaba pensando? Claramente no lo estaba haciendo, porque para cuando me di cuenta del gigantesco error que acababa de cometer, ya tenía a todo el equipo dándose coñazos con el grupo del "energúmeno" como Davinia lo llamó.

Y de repente, la pequeña Savard decidió ser Tarzán y tomar el cuerpo del energúmeno como liana, vi en cámara lenta como se abalanzó hacia él, tratando de liberar a Jay de una paliza que seguramente lo hubiese dejado con la nariz rota.

En la escala del uno al diez, nosotros no entrábamos en la categoría de números positivos, porque la mierda no parecía tener fin, y comenzaba a ver ecuaciones negativas por todos lados.

No fue hasta que ella gritó, que todo el mundo se detuvo de golpear a quien claramente estaba a punto de sembrarle un puño.

Fred Bronx la había sacado de la pelea, y gritaba enojada improperios que muy probablemente le había escuchado a su padre decir en medio de un entrenamiento, a una edad nada adecuada.

Por supuesto que la chica tuvo que salir con el carácter del padre.

Hacernos perseguirla por toda la ciudad ya se me hacía demasiado, ¿Pero meternos en una pelea? el entrenador gritaría porque mi cabeza fuera clavada en una estaca.

Pero tuve que distraerme con sus ojos verdes y su tartamudeo ¿Verdad?

Jodidamente genial.

Evidentemente no era mi culpa que lograra desconcentrarme sin siquiera intentarlo, estaba seguro de que no estaba ni por enterada.

La cosa iba bien hasta que la empujaron, si nada de esto hubiese pasado, si el energúmeno se hubiese fijado, si solo hubiera dicho "discúlpame" ella claramente no hubiera lanzado su pequeño y delicado tacón.

Tampoco es que yo pudiese culparla, el imbécil primero la tragó con la mirada, y luego dijo que la escucharía solo si se sentaba sobre él.

Ahora entendía por qué las mujeres nos detestaban, que deterioro tan atroz había tenido la raza masculina.

—Pudo haber salido peor —murmuró en el asiento trasero, Lele y River la sujetaban de ambos brazos como si tuviesen miedo de que se le ocurriera saltar por la ventana y escapar de nuevo—, nadie fue detenido.

—Savard, en serio que me estás haciendo muy difícil quererte —contestó Lele negando con la cabeza.

—¡Oye! No me hables así ¿De acuerdo? Yo no le pedí a su capitán que repartiera puñetazos como si fuese Rocky Balboa.

—¿Estás diciendo qué es mi culpa? —Volteé la cara con una incredulidad abismal, por suerte Jameson había tomado la sabia decisión de manejar.

Tenía la adrenalina a tope, y los oídos me zumbaban por el subidón.

Su mirada era cautelosa, pero sus intentos por reprimir la sonrisa que quería evitar revelar, era decadente.

En donde se le ocurriera reírse en mi cara, terminaría gritando.

Cruza la línea.  (Del uno al diez) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora