✧ Capítulo 3 ✧

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3 || Terminando de cagarla||


Entertainer - ZAYN

Nash:

Mi madre solía decir que nací con el don nato de obedecer órdenes sin cuestionarlas.

Las personas que me conocían siempre alababan esa "cualidad" repitiendo una y otra vez lo mucho que deseaban que sus hijos fuesen así de obedientes y educados.

Yo lo veía como algo demasiado estúpido y contraproducente.

Quiero decir, a esta edad ya tuve que haber analizado, que decir que "Sí" tan rápido podía meterme en problemas gigantes, justo como en el que estábamos estancados ahora.

No sabía que era más incómodo, estar en el pasillo de cuidado femenino leyendo etiquetas de productos para la menstruación, o hablar de ello, escuchando atento nuestras opiniones como si realmente supiéramos la diferencia entre una toalla femenina con alas, o las que no las tenían.

Las chicas que pasaban a nuestro lado, todas ellas, reprimían una sonrisa burlona en sus rostros, esto era ridículo.

Podían ser amables y ofrecernos ayuda ¿Verdad?

Pero de nuevo, el problema lo había comenzado yo por decir "Sí entrenador, por supuesto que su hija puede vivir con nosotros" idiota y mil veces idiota.

—Vale, miren, este dice nocturna, me imagino que es para la noche ¿Verdad? —preguntó Lele con el ceño fruncido—, amigo no entiendo nada.

—Dámelo —Jay le arrebató el paquete de malas maneras, para leer con detenimiento—, parece que prometen mayor absorción y un bloqueo de aromas, son hipoalergénicas.

—Pero estas dicen que son delgadas y casi imperceptibles —añadí frunciendo el ceño─. ¿Qué pasa si no ocupa esto, o si ya tiene sus productos?

—Aun así, deberíamos tener una dotación para cualquier emergencia —contestó Jay repasando la mirada por los estantes—, estamos jodidos ¿Ya vieron los precios?

Casi me atraganto con mi propia saliva ¡Mierda! En serio era una grosería, que las mujeres tuviesen que gastar tanto una vez al mes, me parecía insultante.

Alguien debía pensar en ellas y solucionar este problema cuanto antes.

Me pasé la mano por debajo de las gafas, ya comenzaba a sudar por el estrés.

No sabía cómo le haríamos para no traumar a la pobre chica, pero sin duda necesitaríamos un milagro para no volverla loca.

—¿Y si llamamos a Leo? Quizá sepa qué es lo que prefiere su hermana en esos días del mes —añadió Lele mirando el carrito de compras que estaba más lleno que de costumbre—, tenemos galletas de chocolate, helado, toallas para el baño, cepillos de dientes, productos de la piel, nos faltan las cosas del cuidado para el cabello y ducha.

—¿Creen que ocupe shampoo con olor floral? —preguntó Jay abriendo la tapa de un bote color morado que me mareó incluso a la distancia —, este huele a aromatizante barato, se cancela.

—¿En dónde coño se metió River? —pregunté con la paciencia disminuyendo a cada segundo que pasaba—, él fue quien dio la maldita idea.

—Aquí estoy —Tenía las manos llenas de productos que desconocía para que servían, frunció el ceño al ver el carrito—, son unos imbéciles, en serio se nota que no viven con mujeres.

Sacó casi todo lo que llevábamos del cuidado de la piel que creíamos haber elegido perfectamente. Estuvimos más de treinta minutos preguntándole a la encargada del pasillo, no pudimos haberlo hecho tan mal. River negaba con la cabeza, y nos observaba como si estuviese muy decepcionado.

Cruza la línea.  (Del uno al diez) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora