✦ Capítulo 30 ✦

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30|| Necesito aprender a cerrar la boca.||

Trampoline - ZAYN, SHAED

Nash:

Algo iba mal.

Lo supe desde que salí a la terraza y la vi apoyada sobre el barandal, mirando al vecindario como quien estuviera a punto de soltar una parte de sí mismo.

No estaba tensa, pero sus ojos, aquellos que había pasado demasiado tiempo viendo como para no grabármelos en el cerebro, se encontraban gritando.

Ella estaba triste, pero triste en serio, y alguien iba a morir ese día y de formas muy feas, si se había atrevido a hacerla sentir así.

¡Que mierda! Si ella tan solo llegaba a llorar, iría a la puta cárcel sin pestañear.

Esa chica, la misma que el día anterior me había hecho sentir mejor, aunque creyese que el dolor de no hablar con mi madre me aplastaría el jodido corazón. La que me dejó besarla frente a todo el puto equipo, estando consciente que tendría muchos más problemas que yo si a alguien se le escapaba una palabra frente a su padre. A la que no le importó una mierda olvidarse del mismísimo entrenador para permitirme tenerla, aunque solo hubiese sido unas horas; ella era la única que sabía con certeza, merecía mil cosas, menos sentirse triste.

Todo menos jodidas eso.

Sí, definitivamente iba a matar a alguien.

Consideré la idea de llamar a Lennox, quizá él sabría qué estaba pasando, pero me contuve y mejor tomé la decisión de averiguarlo por mi cuenta.

—Savi... —Volteó la cabeza lentamente y una sonrisa que pudo haberme roto los huesos de haberlo querido, apareció en su rostro pecoso y sonrojado ¡Mierda puta! Esa mujer... me tenía muy mal, pero terrible—. ¿Qué va mal?

—¿Qué?

—¿Qué va mal? —repetí con cuidado, sereno, tratando de fingir que no estaba a dos de salir de casa e ir a acabar a un ser humano a punta de patadas.

Todo tranquilo, normal, sereno.

—Es el mes, me pone... nostálgica.

¿El qué?

—¿No te gusta octubre? —pregunté sabiendo de sobra que era el mes de su cumpleaños, aun no averiguaba el día, estaba esperando el momento correcto para preguntárselo a Lennox—. ¿Por qué?

Probablemente era de las que detestaban los cumpleaños, no se me haría extraño, quizá me dolería el pecho al pensarla triste en un día tan importante, pero no sería algo nuevo.

Roberta odiaba sus cumpleaños, hasta donde sabía, no había vivido ni uno solo hasta la fecha, en el que no hubiese llorado.

Y era jodido, y me partía el alma no poder hacer nada para ayudarla, pero era un trauma común.

—Sí te cuento ahora, probablemente me ponga a llorar y honestamente, no tenemos tiempo que perder si deseo aprobar el parcial.

Llorar, ella había dicho llorar.

Algo me hizo tic en el cerebro de forma loca y agresiva, pero lo ignoré por mi puto bien, porque si ella no deseaba hablar de ello, me jodía, tenía que aceptarlo, así de fácil. Uno no presionaba a las personas por información, no sabía cuánto mal haría si la obligaba a hablar cuando aún no se encontraba lista.

Y yo quería que me contara hasta qué mierda comía cuando tenía cuatro años, pero cuando ella quisiera.

Todo a su tiempo.

Cruza la línea.  (Del uno al diez) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora