22.- Ven conmigo.

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El ambiente en el vestuario era desolador. Pedri suspiró pasándose una mano por la cara mientras intentaba hacerse con el control de sus sentimientos y ordenar el caos de su mente. Algunos de los jugadores comenzaron a meterse en las duchas mientras el resto seguía intentando procesar que todo se había acabado. Cuando Pedri se giró para mirar a Pablo, le vio mordiéndose el labio y mirando al suelo perdido en sus pensamientos. Y no supo qué le dolía más en ese momento, haber perdido el partido o ver a Pablo pasándolo tan mal. No sabía que decir, ninguna palabra era capaz de llenar el hueco que ambos sentían en su pecho en ese momento. Así que se limitó a poner una mano en su muslo para acariciarle y hacer que levantase la mirada hasta encontrar sus ojos. Le dedicó una sonrisa triste y se inclinó para dejar un beso sobre su frente, sintiendo la mano del sevillano bajar para entrelazar los dedos con los suyos. No hablaron mientras se levantaban y cogían sus cosas. Tampoco cuando se separaron para meterse cada uno en una ducha con un apretón de manos y miradas que decían que lo último que querían era estar solos en ese momento. Se ducharon como en piloto automático, sintiendo el agua caer despacio por sus cuerpos y tratando de ignorar como todo parecía estar desmoronándose a su alrededor.

Cuando Pedri salió finalmente de la ducha, Pablo estaba ya en el vestuario poniéndose el pantalón con movimientos lentos. Se acercó hasta él y aprovechó que estaba de espaldas para rodearle la cintura con los brazos y abrazarle por detrás. Dejó caer la frente en su hombro y cerró los ojos suspirando contra su piel. Pablo pareció reconocerle al instante y llevó sus manos a las contrarias para acariciarle los dedos. No sabían si estaban siendo demasiado obvios o sus compañeros entendían que lo que necesitaban en ese momento era estar tan cerca el uno del otro como fuese posible. Pero tampoco importaba mucho, que pensaran lo que quisieran, los dos sabían que no serían capaces de superar el día si no era con el contrario al lado. Cuando Pedri se vio con las suficientes fuerzas para seguir, dejó un beso en su hombro y se separó para vestirse. Y poco después, estaban saliendo del vestuario con sus meñiques entrelazados y todavía en silencio. Subieron al autobús y en cuanto se sentaron, Pablo se giró hacia él para abrazarle y apoyar la cabeza en su hombro. Pedri subió la mano hasta la cabeza del menor y enredó los dedos en su pelo para acariciarle hasta que llegaron a la Universidad. El silencio que reinaba entre todos los jugadores demostraba lo jodidos que estaban todos por la derrota, sustituyendo las charlas animadas y risas habituales por suspiros tristes y miradas perdidas. Volvían a España a la mañana siguiente y Pablo sentía que todo estaba pasando demasiado deprisa. No quería quedarse ahí, sabía que sería peor para su salud mental, pero apenas habían tenido tiempo para procesar su eliminatoria del campeonato cuando ya estaban a punto de irse y dejarlo todo atrás. No todos volvían a España, algunos habían decidido quedarse en Qatar y comenzar sus vacaciones desde ahí. Así que se despidieron de los compañeros que se quedaban y se fueron todos a sus habitaciones, entre muecas de empatía y palabras de ánimo que les dedicaban el staff del hotel.

-Te acompaño a que hagas la maleta - Murmuró Pedri mientras salían del ascensor - Y luego vienes conmigo a hacer la mía, así no tenemos que levantarnos antes mañana.

Pablo aceptó encantado, deseando no tener que separarse del canario en ningún momento. Entraron a la habitación del sevillano y al mirar alrededor, no pudieron evitar pensar en la cantidad de momentos importantes que habían vivido juntos ahí. Sus habitaciones estabas llenas de recuerdos, habían vivido algunos de los momentos más bonitos de sus vidas entre esas paredes y sabían que no iban a olvidarlos nunca. Intentaron no pensar en nada mientras recogían la ropa del menor que estaba esparcida por toda la habitación y la iban metiendo en la maleta, pero era imposible no sentir como si estuviesen dejando una parte de sí mismos ahí en Qatar. Cuando Pedri, ocupado en doblar una camiseta, escuchó como Pablo se sorbía la nariz se giró de inmediato para mirarle. Le vio intentando meter algo en la maleta mientras se secaba los ojos con fuerza. Y automáticamente dejó lo que estaba haciendo, yendo directo a cogerle de la cadera y girarle para poder mirarle bien. Y sintió que se moría ante la imagen del menor con los ojos húmedos y rastros de lágrimas en sus mejillas.

Cafuné | Pedri & GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora