15.- Te odio.

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Sorprendentemente, Gavi fue el primero en despertarse ese día, apagando la alarma de mal humor antes de suspirar y frotarse los ojos con una mano. Bajó la mirada y sonrió al darse cuenta de que el canario seguía dormido encima suyo, algo que no pasaba casi nunca, Pedri era siempre el primero en escuchar la alarma y despertarse. Pero Pablo sabía que estaba agotado por el ritmo que llevaban y por la noche que había pasado, así que decidió darle unos minutos más para descansar.

Pedri seguía con la cabeza apoyada en su pecho y le tenía atrapado con una de sus piernas sobre las suyas. No quería volver a quedarse dormido, así que se dedicó a acariciar el cuerpo contrario con dedos suaves y cuidadosos. Recorrió cada rincón de piel que pudo, deslizando los dedos desde sus hombros bajando por su espalda, rodeando la curva de su culo y pasando por el muslo que tenía encima suyo. Y volvió a subir sus caricias, haciendo el mismo recorrido tantas veces que sus dedos comenzaron a memorizar como se sentía la piel del canario. Pedri se movía de vez en cuando, dejando escapar algún suspiro, restregando la mejilla sobre su pecho o apretando la mano que tenía en su cintura. Y el corazón de Pablo se derretía cada vez más. Imágenes de la noche anterior volvieron a su mente, Pedri llorando en sueños aterrado por algo que no podía controlar. Mirándole y agarrándole como si tuviese miedo de que Pablo fuese a dejarle solo. Pedri dejándose caer sobre su cuerpo sin fuerzas, como si Pablo pudiese arreglarlo todo con un simple abrazo, como si solo necesitase sus brazos alrededor para sentirse seguro. Y se prometió a sí mismo que siempre sería el lugar en el que Pedri pudiese sentirse bien, su seguridad y su paz, que le defendería y protegería siempre, que no dejaría que nadie le hiciese daño.

-Buenos días - Murmuró Pedri que, en algún momento mientras el sevillano estaba perdido en sus pensamientos, había despertado. Pablo bajó la cabeza y se encontró con los ojos entrecerrados del canario que le miraban desde donde estaba apoyado en su pecho.

-Buenos días - Susurró dedicándole una sonrisa y subiendo una mano a su cabeza para acariciarle el pelo con una delicadeza que le sorprendió hasta a él - ¿Cómo estás?

-Bien - Sonrió subiendo una mano para frotarse los ojos y después dejarla en su pecho - Un poco cansado.

-¿Quieres que le diga a Luis Enrique que no te encuentras bien? - Preguntó mientras deslizaba los dedos por su cuello - Y te quedas aquí descansando.

-No, no - Dijo frunciendo en ceño y acariciando su pecho - Estoy bien, de verdad. Además, no me quiero quedar aquí solo.

-Me quedo contigo - Respondió sin dudarlo y pudo ver como Pedri sonreía negando con la cabeza.

-Ojalá - Susurró cerrando los ojos y bajando la mano por su abdomen, causando que se le erizase la piel ahí por donde pasaba - Pero no podemos. Hay partido mañana, tenemos que ir a entrenar.

Pablo suspiró y asintió con una sonrisa triste, sabía que tenía razón pero eso no quitaba que todo lo que deseaba en ese momento fuese quedarse con él toda la vida en la cama. Se quedaron en silencio unos segundos, intentando retrasar el momento en el que tuviesen que levantarse. Los dedos de Pedri se deslizaban subiendo y bajando por su pecho, en caricias lentas, como si estuviese explorando cada trocito de su piel. Cuando uno de sus dedos rozó, casi sin querer, el pezón del sevillano, este inspiró y se quedó quieto. Lo que provocó que volviese a pasar un dedo por encima, esa vez de forma más intencionada. Pablo cerró los ojos y se tuvo que morder el labio cuando notó como el canario movió el dedo índice en círculos sobre su pezón.

-Pedri - Dijo en una respiración exhalada mientras apretaba los dedos en su pelo.

-Perdón, perdón - Contestó riendo bajito y alejando los dedos mientras dejaba un beso en su clavícula - Vamos a levantarnos, que me entretengo sino.

Cafuné | Pedri & GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora